jueves, 28 de diciembre de 2017

Sumisión, el mercado matrimonial y los límites del sueño liberal


El primer libro que me leí en 2017 fue Sumisión, de Michel Houellebecq. Lo leí en el viaje a Astaná desde Madrid, en el que hice una escala de un día en Estambul. En Turquía entré en varias mezquitas mientras leía una novela que tiene como contexto la islamización de Francia y la progresiva aceptación de un determinado tipo de vida religiosa por el protagonista. Mis circunstancias personales eran propicias para un cambio de fe: abandonaba en Madrid a mucha gente querida y me iba al incierto frío estepario. Uno podía desear en ese momento ser como Huysmans, el pesimista y místico escritor francés del siglo XIX que estudia obsesivamente el protagonista de Sumisión, y dejar “en la cuneta la carga de su existencia individual”. Como escribe Álvaro Delgado-Gal en Revista de Libros, “Huysmans fue un decadentista y un espíritu rompedor que empezó pensando que la vida era una aventura y acabó prefiriendo ser un autómata en un convento benedictino”. En Sumisión, el islamismo es un Macguffin. Lo que a Houellebecq le importa es la posibilidad de que en Francia alguien decida dejar de ser y competir en un mundo liberal que impone una constante reafirmación del yo. En otra de sus célebres novelas, Ampliación del campo de batalla, Houellebecq describe minuciosamente las dificultades que la sociedad liberal crea tanto en el mercado económico como el sexual, estableciendo paralelismos entre los mismos:

“Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama «ley del mercado». En un sistema económico que prohíbe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohíbe el adulterio, cada cual se arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. […] En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad”.

En Kazajistán, el islamismo no es un Macguffin: es la religión de la inmensa mayoría de la población de etnia kazaja. En un país en que la religión fue perseguida durante muchos años, y el libre mercado absolutamente prohibido, la descomposición de la Unión Soviética ha supuesto que hasta cierto punto se hermanen el islam con el libre mercado. El Presidente Nazarbayev, un ególatra que desde su antigua posición de sátrapa comunista se reinventó en dictador vitalicio, ha combinado una liberalización económica del país con una vuelta a algunos valores sociales conservadores. Bajo el pretexto del terrorismo yihadista, persigue a numerosas organizaciones de musulmanes que no siguen exactamente los mismos preceptos que la rama mayoritaria, y mientras tanto financia redes, colegios y actividades que se adecúan al sempiterno presidente. Entre las muchas posibles divisiones de los jóvenes de Astaná, es notable la de aquellos que forman parte de la élite cultural del país, que no necesariamente económica, saben hablar inglés perfectamente y viven vidas profesionales y sexuales equiparables a los occidentales, y la gran mayoría de la población que viven vidas alejadas totalmente del ideal occidental.  

Mi mejor amigo kazajo estaba en un colegio del movimiento de Fethullah Gulen, el exiliado turco que reside en Estados Unidos desde que se enemistó con su antiguo aliado Erdogan. Simplificando, su movimiento tiene muchas concomitancias con el Opus Dei, y combina una visión conservadora pero flexible del islam con una relativa aceptación del mercado, el comercio y las tecnologías de la información. Como en la novela distópica de Houellebecq, todos sus amigos que abrazaban el islam tenían ya la vida económica y sexual resuelta: trabajaban en alguno de los sitios que las redes de seguridad del grupo proporcionaban y se casaban con alguien que esas mismas redes garantizaban. Mi amigo era ocasional profesor de química y educador de los niños de uno de los colegios del movimiento, y se debatía entre reinventarse montando un restaurante uzbeko o montar una tienda de deportes de nombre español, siempre con más amigos del movimiento. Como había aprendido español, conseguía trabajos ocasionales para la Embajada de España: todo lo relacionado con España era lo único que hacía fuera de sus redes de contactos. Me llevaba constantemente a restaurantes que dirigían gente de nuestra edad a los que conocía de su etapa en el colegio, y luego íbamos a jugar al FIFA a unos locales de PlayStation que dirigían los mismos amigos. Los miércoles y domingos jugábamos al fútbol con dos grupos de personas de distintas edades, pero del mismo contexto religioso y cultural. Durante mis primeras semanas en Astaná, pedía para llevar el combo de sushi y pizza al restaurante del mismo amigo con el que jugaba al fútbol los miércoles. Muchas veces, interrumpíamos nuestras actividades para que rezaran. Se iban todos juntos a un lugar apartado durante unos minutos, y yo me quedaba solo aprovechando su ausencia para acabar con las piezas de sushi.

Mi amigo no tenía solo solucionada la vida económica, sino también la sexual. En todas las actividades que hicimos, nunca conocí a ninguna chica. Mi amigo, que saludaba a una gran parte de los jóvenes de nuestra edad, no parecía conocer a nadie del sexo femenino. Cuando lo llevaba a alguna fiesta internacional en algún piso, mi abstemio amigo desaparecía a los cinco minutos sin hablar con ninguna chica. Yo intentaba sacarle temas de conversación sobre sexo y mujeres, pero siempre fue imposible que me dijera algo más allá de casarse y tener hijos. Un día, discutimos acerca de la homosexualidad, y yo me puse nervioso por su conservadurismo y abandoné el coche (como hacía mucho frío, acabé volviendo cobardemente a refugiarme). Entre todos sus amigos, el tema sexual era un tabú, y el hecho de que no salieran con ninguna chica impedía cualquier historia de celos entre amigos o cualquier competición amorosa. Uno de los últimos días, me dijo que se iba a casar en poco tiempo, y que vendría a visitarme en su luna de miel. Cuando abandoné Kazajistán en abril, tras una noche entera jugando al FIFA, me concretó que me vería en 2017 en Málaga o Madrid con su esposa. En ese momento, no me dijo nada acerca de que no conocía a la chica con la que se iba a casar, y se limitó vagamente a decirme que era una maestra de Karaganda.

A través de alguien del movimiento, conoció en junio a la que hoy es su esposa, y en agosto ya estaban comprometidos. No fue un matrimonio concertado entre las familias, y fueron sus amigos del movimiento los que les pusieron en contacto. Tras un rechazo inicial, la chica acabó aceptando a mi insistente amigo, que al poco tiempo ya estaba seguro de que quería casarse con ella. Esta navidad, los dos me han visitado en Málaga aprovechando su viaje a Europa por su luna de miel. Para visitarme durante unas horas, han cogido un autobús desde Madrid y han reorganizado todo su viaje por Europa. Se han sorprendido de que en España apenas haya niños por las calles, y que “se vean más perros que niños”. Nos han dicho a mi familia y a mí que la próxima vez que vengan, si dios quiere, tendrán hijos. Me ha animado sinceramente a seguir su ejemplo y formar una familia, y en cierto modo he entendido al reaccionario Houellebecq y a la feminista Eva Illouz: en el antiguo mercado matrimonial, en el que la compañía precede al amor y al sexo, había ciertamente ventajas que se nos escapan a los que ya hemos entrado en la época en la que el sexo es el comienzo de la intimidad.

El peligro demográfico al que alude Houellebecq es real: los decadentes y liberales occidentales con sus estilos de vida refinados no quieren tener hijos mientras que otras sociedades, con mujeres dispuestas a ser amas de casa y deseosas de simplemente contentar a sus maridos, encuentran que formar una familia es el máximo objetivo de sus vidas. Según esta tesis, el matrimonio inamovible cumple la función de proteger las relaciones. Así, evitan el trasiego sentimental moderno y obligan a una fidelidad desapasionada pero perpetua que garantizaría el correcto cuidado de la familia. Lo que se pierde en amor y experiencias se gana en tranquilidad y estabilidad. Al fin y al cabo, ¿quién no sufre desengaños amorosos en nuestra sociedad, y quién no desearía a veces una vida más simple y clara? Para mi amigo, las calles de Kazajistán, llenas de niños con muchos abrigos y padres veinteañeros, dan fuerza a su argumento de que lo mejor para un país y una sociedad son este tipo de familias. Como Huysmans, podemos acabar pensando que vivir una vida de aventuras no merece la pena, y que es mejor recluirse a una vida estable en cuanto tengamos la primera oportunidad.

Sin embargo, las cosas son más complejas, y muchos conservadores afrontan vidas tremendamente aburridas y previsibles que pocos de nosotros estaríamos dispuestos a aguantar. Lo malo es vivir en aquellos sitios que Houellebecq parece reclamar o anunciar como inevitables, pero no adecuarse al tipo de vida que esa sociedad tiene preparada para ti. Mi otro gran amigo en Kazajistán era una chica que trabajaba en una importante consultora, y que hacía las mismas largas jornadas que se hacen en España pero sin cobrar lo equiparable incluso en el nivel de vida kazajo. Con veinticinco años, según los estándares kazajos, para ella debería ser difícil casarse, y recibía cierta presión por parte de su familia. Con mucha más capacidades, inteligencia y atractivo que cualquiera de sus contrapartes del movimiento de Gulen, seguramente lo tendría mucho más fácil si se abandonara a un tipo de vida religioso y casero, dejando que fuera un hipotético marido el que se ganara la vida. Uno no puede evitar pensar que ella se casará en cualquier momento, y que quizás retome el islam y abandone las inquietudes políticas que nos llevaron a contar los 350 retratos que el maniaco Nazarbayev ha puesto en el museo Nacional de Historia de Kazajistán para hacer honor a su enorme ego. A ella la vi unas horas casi por casualidad en Barcelona este verano, justo dos días después del atentado yihadista. Creo que debería tratar de abandonar Astaná e irse a vivir a un lugar con más posibilidades, pero sobre todo espero que no se case con alguien muy conservador.  

Iba a acabar este artículo diciendo que es mejor vivir en un país liberal como España, en el que se puede decidir tener una vida conservadora sin problemas, que en uno conservador donde quienes quieran tener otros tipos de vida lo tengan más difícil. Pero me parece hipócrita. Al fin y al cabo, mucha gente en España juzga negativamente los matrimonios concertados o que el amor venga antes del sexo de manera similar a como en otros países se ve el sexo casual, el hecho de que las parejas no tengan apenas hijos o el uso de preservativos. También en las sociedades más liberales se produce una cierta presión que provoca que sea más fácil llevar un tipo de vida a otro, y no es tan fácil decir en España que quieres casarte y tener hijos a los 20 años o que no quieres tomar alcohol ni salir de fiesta. En este sentido, quizás debiéramos ver que hay muchas cosas que vemos raras estrictamente por motivos culturales, y que no hay una regla universal que proscriba que hay una opción vital mejor que otra. Por eso, sin caer en el relativismo, creo que es preferible defender el tipo de vida liberal por el mayor abanico de posibilidades vitales que otorga, especialmente a las mujeres, y no porque sea más neutral a las diferentes concepciones del bien que cada persona persigue. Quizás deberíamos aceptar con mayor naturalidad que haya gente que defienda unas concepciones vitales muy diferentes a las de las sociedades liberales, y entender que nuestro modelo de vida pretendidamente universal tiene limitaciones que las religiones, el comunitarismo, el nacionalismo, la tradición y quizás la biología se encargan periódicamente de mostrar con toda su crudeza.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Breve historia de dos presos políticos


Detrás de este artículo de José Marcos en El País sobre la banalización que supone llamar presos políticos a los dirigentes catalanes, hay una bonita historia que nos habla de esa España dictatorial que ya no existe. Esa España estaba llena de personajes con historias trágicas que luchaban contra una verdadera dictadura criminal que tenía auténticos presos políticos. Como en el artículo dice Carles Vallejo, presidente de la Asociación Catalana de Expresos Políticos del Franquismo, los dirigentes catalanes no son presos políticos porque no “podemos hacer una equivalencia que no es real entre la democracia contra el fascismo o una dictadura. No podemos hacer esa identificación, sobre todo de cara a las nuevas generaciones”. 

Da pena que se hable de estas personas solo para contraponerlas con los que han subvertido ilegalmente el ordenamiento constitucional. Sus historias merecen la pena de por sí. En el mismo artículo de El País, el antiguo exdirigente del PCE (internacional) Raúl Herrero prefiere hablar de Dolores González Ruiz (Lola) que de sí mismo y las palizas que le metieron en la Dirección General de Seguridad. La vida de Lola, que perdió primero a su novio y luego a su marido por muertes vinculadas a la extrema derecha, constituye una de las historias más tristes de la Transición Española. Al final del artículo en El País, Antonio Gallifa cuenta cómo le torturaron mientras era dirigente del PCE y que no confesó nada.

Hay un hilo novelístico entre los protagonistas del artículo. Antonio Gallifa, que fue expulsado del Colegio del Pilar de Madrid y llegó a ser alumno de Althusser en el París de los sesenta, conoció a Lola en la cárcel tras haber sido condenado por sus ideas políticas. Lola, que acababa de entrar en el PCE tras la trágica muerte de Enrique Ruano y la inmolación del Frente de Liberación Popular, tenía la misión de comunicarse clandestinamente con algunos dirigentes del PCE encarcelados. A partir de sus encuentros en la cárcel, los dos se hicieron grandes amigos. Viajaron juntos por diversos sitios, y estuvieron vinculados con la Oposición de Izquierdas del PCE. Tras el fatal atentado contra los abogados de Atocha, Antonio Gallifa tuvo el encargo del partido de decirle a la maltrecha Lola que su marido Javier había muerto.

Cuarenta años después, el obituario que escribió Antonio Gallifa tras la muerte de Lola en 2015 es precioso. Le cuenta a Lola todo lo que no pudo ver tras el Atentado de Atocha, y recuerda “aquellas larguísimas conversaciones que manteníamos en grupo hasta altas horas de la madrugada acerca de cómo debía ser el socialismo por el que luchábamos, de cómo combinar nuestra discrepancia, tantas veces necesaria, dentro del Partido, con la necesidad de la disciplina”.

Independientemente de lo disparatado que pudiera ser en ocasiones el antifranquismo, sus presos políticos eran tan reales como la dictadura contra la que luchaban. Las nuevas generaciones haríamos bien en comprender las historias de los que fueron presos políticos hace no tanto tiempo, y hacer menos caso a los que pretenden equiparar una democracia europea con una dictadura con objetivos espurios. Si entendemos bien lo que significa ser un preso político y vivir en una dictadura, quizás comencemos a valorar más lo mucho que tenemos.    


lunes, 9 de octubre de 2017

Estafas piramidales, Fake News y Cataluña


Hace bastantes años, tenía un amigo con el que jugaba al fútbol y comenzaba a salir de fiesta. Era muy inocente e ingenuo, y no solía darse cuenta de todo lo que pasaba a sus espaldas. Era un buen chico y me caía bien, aunque era un objeto típico de nuestras bromas. Desde que me fui a Madrid a estudiar perdí todo el contacto con él. Desde hace más de dos años, está enfrascado en muchas cosas raras que han ido empeorando progresivamente. Todo empezó con las estafas multiniveles, esos sitios en los que solo ganas dinero si consigues que muchas personas se apunten detrás de ti. Este chico cayó en ese mundillo cuando estaba de Erasmus en Alemania, y desde entonces solo ha ido cuesta abajo. Empezó a poner muchos eslóganes motivacionales en Facebook, de estos que tratan de convencer a la gente de que sus vidas merecen la pena si lo dejan todo y siguen sus sueños libremente. Luego su Facebook comenzó a degenerar todavía más, y trató de convencer a mucha gente de que se uniera a su empresa loquinaria multinivel. Se fue a Las Vegas a hacer un vídeo en el que se le veía rodeado de gente, viviendo la vida del emprendedor y prometiendo que él era un guía para aquellos que no saben muy bien qué hacer con su vida. Todo lo aderezaba con los típicos mensajes de que “hay que elegir nuestro propio camino” y de que “tenemos que librarnos de las ataduras de la sociedad”. También acostumbraba a poner eslóganes para alentar el “pensamiento crítico” y a no fiarnos de la “verdad oficial”. Estoy siendo absolutamente comedido hablando de él, porque ha compartido verdaderas locuras durante este último año.

Si sois de Málaga, supongo que ya sabéis de qué persona estoy hablando. Al principio, a todos nos hizo mucha gracia. Probablemente mucha gente pensó que era inofensivo meterse en cosas así, y que ya se le pasaría y haría otra cosa. Otras personas seguramente compartían parte del pensamiento de lo que este chico decía. Por último, es posible que a la mayoría simplemente le pareciera que era muy divertido. Era la mejor excusa para hablar con alguna gente a la que queremos mucho y echamos de menos pero no sabemos muy bien cómo abordar. También se convirtió en un método muy efectivo para provocar risas masivas en los grupos de WhatsApp. Yo dejé de seguirle la pista muy pronto, ya que me bloqueó en Facebook cuando le puse un comentario claramente irónico. Después me sentí mal e intenté hablar con él, pero fue inútil y me despachó cuando le dije que no iba a trabajar con él y que necesitaba seriamente ayuda psicológica. Tampoco es que mi actuación fuera modélica; seguí riéndome de él cuando estaba con mis amigos en Málaga, y he utilizado algunas de las cosas que ha escrito y dicho para hacer infinidad de bromas. He sido uno de esos que no ha dudado en usar sus tonterías para quedar bien delante de mucha gente.

Hace poco recibí un mensaje de voz en WhatsApp suyo, de unos cinco minutos. Era un mensaje sobre el apocalipsis, encontrar la verdad absoluta, escapar de la oscuridad y ahuyentar todos los dolores imaginables. Ahora este chico es una especie de gurú indio, y cuando se le escucha hablar parece una persona que ha perdido cualquier rasgo humano. Da lástima, y no sé muy bien cómo lo estará pasando su familia. Lo que sí sé es que lo han apoyado en toda esta farsa, y que fueron los primeros que le animaban a perseguir sus sueños por las redes sociales, le inundaban a “me gusta” y le dieron todas las oportunidades posibles para que pudiera enfrascarse en esta disparatada aventura.

Cuando he recibido el mensaje de esta persona, como no, mis pensamientos estaban en Cataluña. Estos días he sido incapaz de despegarme del Facebook y el Twitter, en lo que ha sido claramente una de las peores inversiones de tiempo de mi vida. He tenido enormes dudas escribiendo las cosas que he escrito sobre el tema. Me siento incómodo cuando compañeros de la LSE me preguntan con cierta condescendencia sobre la posición del Gobierno español, aunque la verdad es que todas las discusiones que he tenido han salido bien y creo que he sabido explicarme. La gente es relativamente razonable en persona y, sorprendentemente, dicen menos barbaridades que cuando tienen tiempo para escribir. Cuando abandono el mundo real y me meto en las redes sociales, mi ánimo se viene irremediablemente abajo. Inevitablemente, voy a ver qué han puesto la gente que me cae bien, y me entra muy rápido el desánimo con bastantes personas a las que considero razonables. Mi timeline está lleno de noticias falsas, de declaraciones de personas concretas que poco tienen que decir, de llamadas arbitrarias a la unidad de la nación, de personas que tildan a España de país fascista y claman por una mediación internacional, de artículos de sitios que son execrables y de muchas páginas irónicas y superficiales con los tertulianos-comediantes de siempre.

He pensado en todos esos que le dieron alas al chico de las estafas multiniveles, y en por qué no nos dimos cuenta de que no era ninguna broma. Lo más preocupante es que las cosas que comparte este chico no dejan de parecerse mucho a las noticias que consumen muchos de mis amigos de Facebook habitualmente. La mayor parte de ellos están a favor de la actuación del Gobierno de Cataluña, y creen que hay que acabar con el Régimen del 78, al que juzgan corrupto y no democrático. Mi familia catalana comparte vídeos de Sputnik sin ningún pudor, y luego siguen considerándose progresistas y cosmopolitas sin ningún tipo de problema. Otra parte de mi familia, desde otros puntos de España, comparte vídeos de Vox y hace llamamientos a la sagrada nación española. La mayoría de mis amigos en Facebook se sitúan en la falsa equidistancia entre los que cumplen las leyes y los que no las cumplen. Casi todo el mundo asume las nociones de pueblo español y pueblo catalán como realidades inmutables e unívocas, y no como ficciones que evocan realidades ultracomplejas. Creen que Dani Mateo, Buenafuente, Jordi Évole y el Gran Wyoming son una primera y única fuente de información perfectamente razonable.

Gente inteligente y muy formada compran el discurso de la democracia plebiscitaria, y cree sinceramente que el Gobierno español, anclado en el franquismo, pretende hacer todo el daño posible a Cataluña. Poca gente en mi Facebook parece creer que hay una cosa que se llama ley, y que incumplirla tiene unas consecuencias en cualquier estado de derecho democrático. Se toman vídeos concretos descontextualizados como explicativos de toda la situación, y no se atiende a cómo de disparatado ha sido el proceso en su conjunto. Resulta triste cómo algunos de mis amigos que trabajan en los mejores sitios o estudian en excelentes universidades buscan cualquier noticia mínimamente favorable a lo que ya piensan que aparezca en un medio serio, aunque es cierto que yo he podido también caer en eso mismo en alguna ocasión. Supongo que muchos cuentan con que la gente no se va a leer seriamente lo que comparte, porque para qué buscarle matices al que piensa como nosotros. Por fortuna, también hay otros que saben contextualizar y explicar respetuosamente las distintas visiones en el debate, pero que no por ello dejan de tomar una posición. Pero son una absoluta minoría, y se ven superados por la turba.  

El nivel intelectual de la mayoría de los artículos que veo compartidos en Facebook es parecido al de los que anuncian las estafas multiniveles. Las conversaciones son generalmente lamentables, y no se ve ningún tipo de ánimo de convencer verdaderamente al otro. Muchos se arrogan en que están defendiendo una buena causa, y nos les importa nada la verdad ni el argumento utilizado. La turba de Facebook va allá donde pueda demostrar que son buenas personas y que defienden el bien. Uno de los motivos por los que se hace es para quedar bien con los que piensan como ellos, y quizás poder demostrarle a esa persona que te gusta que eres un inconformista que lucha por las injusticias. Otro de los motivos es para sentirse superior moralmente a los que no piensan como tú, y poder así seguir dándole lecciones de democracia a todo el mundo. Hay más motivos, y algunos de ellos son loables.  

El chico de la estafa multinivel tiene un bot programado, y a las 17.01 cada día publica una frase filosófica que nos anima a pensar el mundo desde otra perspectiva. Normalmente, recibe pocos “me gusta”, y como mucho alguna gente se reirá de él en privado. Sin embargo, hace poco tuvo la mala idea de postear algo relacionado con la homosexualidad. Era una estupidez del mismo calibre que escribe habitualmente, pero la gente se indignó por el tema en cuestión. Como era un buen lugar para demostrar que estaban a favor del bien y en contra del mal, hubo varias parrafadas de indignados demostrando que la homofobia está mal y que la libertad sexual de las personas es muy importante. Tienen razón, claro. Pero resulta muy fácil meterse con un idiota que postea cosas seguramente al azar seleccionadas de otro sitio. ¿Esa gente no se planteó dejarle de seguir antes? ¿Tiene verdaderamente algún sentido escribir un gran párrafo así a una audiencia que está totalmente de acuerdo contigo? ¿Alguien se ha dado cuenta de que seguramente ha cogido esa frase al azar de internet y que está debatiendo con una máquina de propagar mentiras?

Me he puesto, por maldad, a ver qué opinan esta gente de todo lo que ocurre en Cataluña. Siguen el estereotipo de la mayoría de mis amigos en Facebook. Me ha entrado el desánimo otra vez, y he pensado en el post que compartí de Manuel Arias Maldonado en Revista de Libros: También las insurrecciones son diferentes en la era digital, a causa de la mediación que introduce la digitalización”. Sigue así: “Hay que estar preparados para un aumento exponencial de los fakes en la vida pública. Dejemos para otro día la exploración de una hipótesis inquietante: que el aumento de la conflictividad política en la última década no se deba a las consecuencias de la Gran Recesión, sino a la generalización de las redes sociales tras la rápida difusión del smartphone. Y que sea éste, pues, quien está provocando un sutil desplazamiento de la democracia liberal a la democracia agonista”.

No hay tantas diferencias entre la estafa multinivel y las fake news que nos acompañan cada vez más en las redes sociales. Uno empieza a pensar que es “crítico”, “especial” y que está al fin “pensando por sí mismo”. Además, descubre que cuesta muy poco estar “verdaderamente informado”, pues leyendo un tweet o viendo un vídeo ya puede saber todo lo que necesita para opinar en las redes sociales. Así, poco a poco, se va cuesta abajo hasta situarse al lado de los iluminados, los demagogos y los idiotas. Acabas mandando un audio de voz de cinco minutos a favor de la evangelización, que se puede revestir de muchas maneras: la nueva oportunidad de negocio en la que solo puedes ganar, la absoluta necesidad de un referéndum de autodeterminación, el necesario boicot a todos los productos catalanes, los peligros que acarrean los inmigrantes musulmanes, la inevitable y deseable Declaración Unilateral de Independencia, la sagrada unidad de España o lo que le pasó en 1714 al desde entonces reprimido pueblo catalán. Luego esa persona que comparte Sputnik y defiende a los homosexuales se queda tan tranquila, y sigue riéndose del idiota de las estafas piramidales mientras se ve recompensado por haber hecho lo correcto. Nadie los identifica como peligros públicos porque apoyan causas que arbitrariamente consideramos “progresistas”. Un día la turba, alentado por estos iluminados, incumple la ley para una causa buena y divertida. Pero al día siguiente es posible que vaya a por ti y haga que tu vida sea claramente peor. Entonces es cuando las turbas multiniveles empiezan a llamarte fascista, y todo deja de tener gracia.

viernes, 15 de septiembre de 2017

En memoria de María Teresa Castells y José Ramón Recalde

Estuve en San Sebastián del 26 al 27 de agosto, con el objetivo de hacer una serie de entrevistas. El día 26 hablé con Ignacio Muñagorri, un antiguo estudiante antifranquista que había tenido mucho trato con Enrique Ruano, Javier Sauquillo y Dolores González Ruiz. Me contó que los dos primeros conocían de primera mano a José Ramón Recalde, y que iban mucho por San Sebastián y Zarauz todos los veranos. Guipúzcoa es una de las provincias más importantes del antifranquismo, y es la provincia de origen de una buena parte de mis entrevistados: Ramón Larraya, Román Oria, Fernando Savater, Loli Salvatierra y algunos más. Ignacio Muñagorri me contó muchas de sus aventuras en Madrid y en San Sebastián. En una asamblea en la universidad en los años sesenta, se lanzó junto a varios militantes anarquistas a por un policía que se había infiltrado. Esa misma noche fue detenido, y llevado a la siniestra Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol madrileña. Lo pusieron junto al policía que había perseguido, y luego empezó a ser golpeado. A pesar de ser torturado, siguió en la lucha antifranquista sin asociarse con los grupos que apoyaban la acción armada. En el verano del 68, influenciado por el mayo francés y con un voluntarismo típico de las izquierdas, fantaseaba con nacionalizar los pisos de la Playa de la Concha y trató de boicotear, lanzando banderas de Vietnam y de la República Española, el Festival de Cine de San Sebastián.

Como es sabido, en el País Vasco la lucha antifranquista fue más complicada que en cualquier otro lugar de España. ETA era una realidad ya a finales de los cincuenta, pero no comenzó a matar hasta finales de los sesenta. El día 27 de agosto hablé con un antiguo miembro de la banda terrorista, que se desvinculó de la misma antes de la fatídica V Asamblea que llevó al paroxismo la mezcla de ideología nacionalista vasca con el marxismo-leninismo-maoísmo. Me contó muchas cosas interesantísimas, que en parte ya sabía porque había visto varios sumarios policiales en que aparecía. Tuvo una relación decisiva con Enrique Ruano en los días antes de su muerte, que quizás pueda iluminar una serie de aspectos no sabidos sobre el caso. También hablamos de José Ramón Recalde, que les había puesto en contacto con Enrique y Dolores. Me dijo lo mucho que había luchado tanto contra el franquismo como contra ETA después, y seguí sintiendo una profunda admiración por la izquierda no nacionalista del País Vasco.

Tras hacer las entrevistas, tenía previsto visitar la librería Lagun, que fue fundada por María Teresa y José Ramón en el simbólico año 1968. Quería pasarme a ver a María Teresa Castells, y quizás hablarle brevemente del proyecto que tengo entre manos. También quería hacerme con todos los libros que pudiera sobre la Transición española y el movimiento estudiantil de los años sesenta, pero finalmente no tuve tiempo y me tuve que ir a un curso a Santander. La librería Lagun ha sobrevivido a los ataques del exacerbado nacionalismo español del franquismo y del igualmente encolerizado nacionalismo vasco radical. Desafortunadamente no visité la librería, y ya no tendré jamás la oportunidad de conocer a Maria Teresa.

Cuando volví a Madrid dos semanas después, tenía una entrevista con Alfredo Pérez Rubalcaba sobre el mismo tema. En mitad de la entrevista, me dijo que le acababan de comunicar que María Teresa Castells, la antigua esposa del fallecido José Ramón Recalde, acababa de morir ese mismo día tras atragantarse en una comida. Después me habló un poco de la influencia que tuvo el caso de Enrique Ruano sobre él, y de cómo involucró cuando era Ministro de Interior al que fuera el abogado de la familia, José Manuel Gómez Benítez, en las negociaciones que emprendieron para el final de la banda terrorista. Otra vez se conjuntaban ETA, el antifranquismo y varias de las personas que más me interesan en la misma sentencia. Hoy mismo Jorge Martínez Reverte, que ha escrito un libro justo sobre la matanza de Atocha del 1977 en la que murió Javier Sauquillo y fue herida en un disparo en la boca Dolores González Ruiz, ha escrito una columna en honor de María Teresa y su lucha contra el franquismo y ETA.

La historia de la pareja formada por José Ramón Recalde y María Teresa es asombrosa. José Ramón Recalde fue uno de los primeros dirigentes del Frente de Liberación Popular, una organización a la izquierda del PCE que amalgamaba diferentes corrientes de pensamiento radical. Los dos fueron detenidos conjuntamente tras asistir a una obra de teatro. José Ramón fue brutalmente torturado y sometido a un Consejo de Guerra. Curiosamente, uno de sus torturadores fue el sádico comisario de policía Melitón Manzanas, que posteriormente se convertiría en la víctima del primer asesinato premeditado de ETA en 1968. José Ramón Recalde, en aquella época, se posicionaba de la siguiente manera respecto a ETA:

“La dictadura nos comprometía con los violentos en los momentos en los que estos se convertían en víctimas de la represión. Podíamos no aprobar el asesinato del guardia civil Pardines, en 1968; sin embargo teníamos que movilizarnos contra la sentencia a muerte de (Iñaki) Sarasqueta, uno de los autores del crimen”.

El asesinato de Melitón Manzanas supuso el comienzo de un estado de excepción en Guipúzcoa que hizo que muchos antifranquistas tuvieran que abandonar las principales ciudades. Según el historiador Xavier Casals, en 1969 “hubo 1953 detenidos, de los cuales 890 fueron maltratados, 510 torturados, 93 juzgados por el TOP y 53 en Consejos de Guerra”. Este estado de excepción hizo que mi segundo entrevistado fuera a Madrid a refugiarse, concretamente a la casa primero de la hermana de Fraga y después a un piso de la familia de Enrique Ruano. En esta historia todo está conectado.

El siguiente punto importante a señalar es la ideología de José Ramón Recalde, que tuvo una influencia tremenda en la izquierda universitaria de finales de los sesenta. En su libro Integración y lucha de clases en el neocapitalismo, uno de esos libros míticos de la izquierda española que seguía la estela del 68 francés, directamente abogaba por una revolución socialista siguiendo un enfoque leninista. Este libro tuvo mucha influencia entre los jóvenes del FLP que veían su sueño revolucionario concretado en el Mayo del 68, y que se veían imaginativamente como parte de un sueño internacionalista proletario. José Ramón Recalde y su mujer no eran precisamente socialdemócratas ni pactistas con las supuestamente “fuerzas opresoras del estado”, pero eso no les bastó para no ser víctimas pocos años después de la barbarie etarra.

Unos años más tarde, con Franco ya muerto, José Ramón Recalde y María Teresa Castells tuvieron que hacer frente a la violencia etarra. Ya mucho más moderados ideológicamente y vinculados al PSOE, se normalizaron a medida que el país lo iba haciendo. Desgraciadamente, lo mismo no ocurrió con ETA y su entorno, que aumentó unas cotas de radicalización difícilmente explicables racionalmente. ETA asesinó desde la muerte de Franco a 829 personas, y se alejó de cualquier posible convivencia con cualquier organización que no defendiera un nacionalismo vasco radical. Además, el clima nacionalista imperante en el País Vasco impedía que la vida pudiera desarrollarse con plena normalidad, como pone de manifiesto la exitosa novela de Fernando Aramburu Patria.

En enero del 1977, tuvieron lugar los asesinatos de Atocha por simpatizantes de la ultraderecha franquista. En el homenaje que Ignacio Muñagorri organizó en la Universidad del País Vasco, un tipo se levantó y preguntó que por qué se hacía un acto “si sólo habían muerto unos españoles”. Mientras tanto, Lagún, la librería que habían abierto en la Parte Vieja de San Sebastián, era una continua fuente de ataques. Estos ataques se mantuvieron durante toda la década de los ochenta, mientras España entraba en una democracia normal homologable con las otras europeas. Aparecían pintadas de ETA y llamamientos a que se quemara el local y se acabara con el Partido Socialista. Según el diario El País, “sólo en 1996 sufrió más de una veintena de sabotajes, entre pintadas, rotura de cristaleras o lanzamiento de cócteles molotov”. José Ramón Recalde fue en todo ese tiempo consejero del Gobierno Vasco, diputado del Parlamento Vasco por el PSE-EE (PSOE), profesor de universidad y un destacado jurista, pero para los etarras era un peligro al que había que eliminar.

El 14 de septiembre del año 2000, según su propia narración, “un agujero negro, bordeado por una circunferencia de acero, el orificio de salida del cañón de una pistola, fue lo primero que vi al salir del coche. Luego sonó el disparo y sentí el impacto en la cabeza. Me volví y me dejé caer en el coche, sobre María Teresa.  -¿Qué ha sido?- preguntó ella. –Un tiro- contesté”. Un tiro en la boca, como el que le habían dado a Dolores González Ruiz en Atocha, fue la manera en que ETA intentó acabar para siempre con él. Sobrevivió unos años más, y el suceso le motivó a escribir sus memorias, que fueron galardonadas en 2004 con el Premio Comillas. Después del atentado, María Teresa Castells tuvo que trasladar la librería a una zona menos céntrica y más tranquila de San Sebastián, pero siguió valientemente con su labor. Jorge Martínez Reverte ha escrito que “todos querían quemar la librería con María Teresa dentro". Según el juez y amigo de la familia Joan Cremades, el expresidente de la Audiencia de San Sebastián, la librería Lagun ha sido la más atacada de Europa. De los amigos que tenían Recalde y él, muchos han sido asesinados por ETA: Juan María Jaúregui, Fernando Múgica, Enrique Nieto, Alfonso Morcillo y el exjugador de la Real Sociedad José Antonio (tigre) Santamaría.


Me arrepiento de no haber podido decirle personalmente a María Teresa Castells toda la admiración que me merece. En estos tiempos en que la izquierda muchas veces no se atreve a posicionarse claramente contra el nacionalismo, bien vale acordarse de estos ejemplos morales.

viernes, 21 de julio de 2017

Recuerdos de una mudanza


Esta mañana, ha venido un señor a mi casa a tasarme el piano. Pretendo venderlo, y así tener algo de dinero para Londres. Se suponía que el piano era un Bechstein de gran calidad, que le había regalado a mi abuela una entrañable alemana que había conocido en Marbella hace más de 50 años. Mi abuela nos lo había dado a mi hermana y a mí, pero en la nueva casa no va a caber, así que lo vamos a vender sin decírselo a mi abuela, que está orgullosa del Bechstein. El tasador me ha dado una cifra muy por debajo de lo esperado, y me ha dicho que el piano es una falsa imitación de un Bechstein con más de cien años de antigüedad. Ha sido extraño enterarme días antes de mudarme que el piano que he tocado toda mi vida no era lo que yo pensaba. Me ha venido a la cabeza la tonta tentación de decir que es una metáfora de muchas más cosas de mi vida, pero luego se me ha ido la idea de la cabeza.

Pensaba que me iba a costar mucho envolver mis cosas para la mudanza. Desde que llegué a Málaga, tardé más de una semana en bañarme en la piscina, aparentemente por pena. También me he dedicado a hacer todo tipo de cosas para evitar tener que quitar mis libros y mi ropa de mi cuarto. Rebuscando en la parte de arriba de casa, encontré con mi madre algunas de esas cosas que debían evocarme recuerdos. Había una especie de guía de viajes, llena de faltas de ortografía, que escribí cuando tenía 9 años. Intenté copiar lo máximo posible a la Guía Michelín, y calificaba todo, incluso lo aseos, en una escala compleja que incluía las tres estrellas y otras posibles combinaciones. Mi hermana comenzó a escribir una guía del mismo estilo. Según mi madre, escribió que no volvería a ir a un concierto de Jazz “hasta que tuviera 7 años”.

No me extraña que mi hermana con seis años escribiera algo así. De la primera ópera que me acuerdo es de una ópera moderna que vi en un pueblo de Francia, en la que me dormí como la mitad del público del auditorio. Recuerdo que odiaba que me pusieran comida para niños en cualquier restaurante, pero que cuando un día probé una ostra la devolví. Habitualmente me dedicaba a idear complejos juegos de rol en los que involucraba a mi hermana, y que tenía al final como objetivo matar a todas las hormigas que pudiera. También escribía historias un poco extrañas, jugaba al fútbol y a videojuegos de Star Wars.

He recogido algunos de los libros de mi infancia, pero la mayoría los he perdido ya en otras mudanzas. Me alegro mucho de no conservar casi nada de lo que tuve hasta los 16 años. Todo lo que me queda aparentemente es un cuaderno que se titula esclarecedoramente Venganza, y que es una especie de libro de aventuras en la que el lector puede ir eligiendo su propio camino. Lo escribí con 14 años, y está sorprendentemente bien escrito:

“En poco tiempo te vas a embarcar en una gran aventura: la búsqueda de tu madre, que fue capturada. Los osgos, que fueron los horribles seres que capturaron a tú (sic) madre, han demostrado ser unos grandes luchadores. Tú, te has enterado de que tu madre está en la fortaleza nocturna que se sitúa entre Shamuntani y Kriss”.

Las siguientes cosas que he encontrado pertenecen a Bachillerato y a mi entrada en la universidad. Me ha dado nostalgia meter en las cajas la Vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez, y Tiempo de Silencio, de Luis Martín-Santos, no sé muy bien por qué. He recordado cuándo los leí en las varias Moleskine que he recogido, en las que se demuestra lo bien que me han venido estos ocho años en la casa. Me he sorprendido viendo las cosas que escribía. En 2º de Bachillerato tenía un exitoso blog de fútbol, tetas y fake news. Escribía entradas lamentables que tenían muchas más visitas que el sumatorio de todo lo que he escrito posteriormente. En 1º de carrera, aunque mantuve brevemente el blog con unos amigos del Juan Luis Vives que vieron que se podía ganar dinero poniendo mierda, se supone que maduré. 

Sin embargo, leyendo lo poco que me queda escrito de esa época, siento que era mejor que siguiera escribiendo de fútbol y de tetas. En 2º de carrera llegué al Chami, se me rompió el ordenador y perdí gran parte de lo que tenía escrito. Aunque lo pasé fatal, esto me impulsó a escribir y leer mucho más, y hasta fui capaz de no perder algunas de las cosas que hice. He encontrado una Moleskine que titulé algo sonrojantemente “Sentimientos y reflexiones de un joven feliz”, de mi primer año en el Chami. El primer libro del que hago un comentario es Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, de George Steiner, que sé que me lo dio Guille. El segundo es Fausto (¡!), que ni siquiera recuerdo haber leído. Me doy cuenta de que estaba obsesionado conmigo mismo, y con la idea de concentrarme mucho y llegar a otro tipo de estados. Apunté la siguiente frase del libro de Steiner: “Los arrebatos de concentración de pensamiento no desviado, pueden conllevar un riesgo de posterior agotamiento o daño mental”.

En las siguientes páginas, cito a la gente de la que hablábamos en las actividades del Chami. Veo que los primeros que aparecen son Rilke, Perec y Foster Wallace, y me siento ahora orgulloso de mi Colegio Mayor. Llegué con un blog de fútbol y tetas, y a los dos meses estaba comprándome Cartas a un joven poeta y apuntando interminables citas de El libro de la risa y el olvido. Escribí una historia muy larga que era descaradamente igual que el libro de Kundera, y que solo le enseñé a mi madre y mucho más tarde a Sergio.

Muchas entradas de mi Moleskine son del curso de cine de Javier Ocaña, al que iba con mis amigos. Otras son lamentables letras de canciones que, por supuesto, no voy a transcribir. Me gustaban en esa época dos chicas con las que me había liado pero con las que apenas había intercambiado palabra, y me sorprende encontrar sus nombres varias veces. Copié un fragmento muy largo y muy cursi de 1984, y puse uno de esos nombres en letras gigantes.  

Me doy cuenta de que a mi llegada al Chami era un izquierdista culturalista de los que tanto critico ahora. Es curioso, porque yo a veces me digo a mí mismo que, a diferencia de la generación antifranquista de los sesenta, yo no me he movido ideológicamente del centro izquierda nunca. Esto es una ficción, y basta leer cualquier cosa que escribía entonces para ver dónde me situaba realmente. Estaba en esa época en el Chami el gran Carlos Hortelano, que ya usaba twitter y del que yo pensaba que era un neoliberal conservador, y con el que ahora concuerdo en muchas de las cosas que dice. Yo espero que nos hayamos movido los dos hacia ese ideal socialdemócrata. Pero igual el que más he cambiado soy yo, y debo admitir que estaba equivocado. Escribí muchas cosas sobre política, citando a Iñaki Gabilondo, Ignacio Escolar, Emilio Ontiveros, Manuel Marín y a muchos políticos, economistas y periodistas que vinieron a cenar con nosotros. El 20 de Noviembre de 2011 me planteé votar al PSOE y a UPYD, pero acabé votando nulo. En eso de amagar con votar al PSOE y luego bloquearme no he cambiado nada.

Tengo apuntada la primera cena con Fernando Navarro, el crítico de música de El País. Mi amigo Cornago se hizo muy amigo de él a partir de la cena, pero de lo que me acuerdo es de que todos estábamos muy borrachos. Lo siguiente que tengo es sobre el Sáhara, lugar al que fui la Semana Santa de 2012 con un avión fletado por el Frente Polisario. Tengo una disertación escrita sobre la luz, una breve nota sobre la inmoralidad de la fotografía y una canción en el que el estribillo repite Sáhara Libre (¡!). He recordado que participé en la 5º Marcha al Muro de la Vergüenza, y que escribí que “parece un videojuego”. Había un saharaui que se hacía llamar Bazooka del que escribí que era un dandi, y debí compartir porros y té con varios saharauis porque tengo escritas muchas veces esas palabras. Increíblemente, escribo que está todo lleno de minas y de que me hablan de una posible guerra en el futuro con mucha tranquilidad. Me cito: “Quieren democracia. No han votado al líder del Frente Polisario. Son cultos a diferencia de sus antecesores. Son críticos pero tienen conciencia de país. Dicen que aquí no nos manda ni Dios”. También hago referencias a lo ligones y pesados que son con las chicas, y a una colitis de la que me acuerdo aún y que me obligó a bajarme corriendo de un camión en marcha. Acabo mi crónica del viaje de una manera algo vergonzante:

“Hoy puedo gritar convencido. ¡Sáhara Libre! (nota al pie: pese a mi ideario globacionalista (sic) y no nacionalista, pienso que se debe dar una oportunidad a un conjunto de personas que desean casi unánimemente la idea de un país, como hemos podido tener en España, y a partir de ahí una necesaria democracia que ellos mismos desean y quieren y una integración paulatina en todos los conceptos que propugno. La nación como paso previo a la federación de países”.  

Tras el Sáhara, el siguiente personaje que aparece en mi Moleskine es Juan Carlos Monedero, cuando aún no existía Podemos. Se trata de un debate con Carlos Malamud que se titula El socialismo en Venezuela, y tengo apuntado que Monedero dijo lo siguiente: “defiendo el proceso bolivariano por la democracia. En Venezuela hay democracia, constitución, presión social y oposición”. También habló de los “extraordinarios logros económicos en Venezuela” y la “autoestima de Venezuela para toda América Latina, freno al imperialismo americano y alternativa a un gobierno autoritario de las élites”. Mira que era yo ingenuo en esa época, pero Monedero no me engañó. Me pareció un suavón, un baboso y un chulo. La siguiente conferencia que tengo apuntada es con Alfred Bosch, de ERC, y se llamaba La defensa de la creación de una nación. Creo que con eso está todo dicho.

Tengo muchas más cosas en la primera Moleskine. Y hay tres Moleskines más, que escribí hasta que abandoné España destino Alemania en septiembre de 2014. Por otra parte, están todas aquellas cosas que he ido guardando en mi ordenador, y que he ojeado ilusionadamente mientras recogía mis libros. También he visto las listas de tareas que llevo imponiéndome todos los veranos sin excepción, de las que nunca cumplo ni una décima parte. He ido recogiendo mis libros y mi ropa cuidadosamente mientras escuchaba música importante para mí. No ha sido nada traumático, y he recordado la mayoría de las cosas con mucha alegría. He recordado lo irresponsable y mal estudiante que era en los primeros años de carrera, lo enrevesado y mal que escribía, lo mucho que estaba enamorado en 2013, la cantidad de actividades que hacía en cada momento y lo bien que me lo he pasado en general. Estoy muy contento porque he llenado dos cajas con los libros que estoy utilizando para la biografía de Dolores González Ruiz, y creo que estoy haciendo un buen trabajo de recopilación y me va a salir un libro razonable.

Sin terminar de recoger mis cosas me he ido a la piscina, y no me ha dado pena. Luego he tocado el piano falso, y ha sonado como un verdadero Bechstein.

sábado, 1 de julio de 2017

Málaga circular

Cuando estoy fuera de Málaga, siempre quiero probar cosas nuevas que no conozco. Cuando vuelvo, aspiro a que todo siga igual. Me ha recogido mi padre, como habitualmente, y he comido con mi abuela, mi tío y mi primo Rafalito. Antes hemos picado algo en El Refectorium, al que llevo yendo más de 18 años. Mi abuela se ha sorprendido y alegrado al verme, y me ha dicho como siempre que ya me había olvidado de Málaga. Llevo comiendo los mismos platos que hace mi abuela desde que tengo uso de razón, y no ha habido ni una vez que mi abuela me haya dicho que he comido lo suficiente. Siempre dice que tengo que comer más, y suelo acabar empachado.

Luego he ido a mi casa, y he discutido un poco con mi madre. Cuando bajábamos la cuesta de mi casa, nos hemos empezado a reír al ver que estaba el mismo tipo que siempre está ahí. Lo llamamos El Vigilante, y es el padre de un amigo mío de mi colegio. Tiene un gran bigote, y un andar absolutamente característico: es el sheriff de El Candado. No sabemos por qué, pero siempre está en la misma calle, que está vacía, es residencial y no tiene el más mínimo interés. Si un día dejáramos de verlo nos preocuparíamos por él, pero no sabemos a qué se dedica ni qué hace. Mi madre y yo tenemos varias teorías alternativas, que lo sitúan en vidas increíbles. Yo creo que es el verdadero Faulkner español, pero estoy seguro de que no ha escrito una palabra en su vida. Está ocupado defendiendo la calle, en actitud contemplativa y ausente. Quizás esté esperando reencontrarse a un amor de juventud, o quizás no soporta a su mujer y a sus hijos.

En mi casa, he tocado en el piano las mismas obras que aprendí cuando tenía 18 años, y con las que me he quedado estancado desde que empecé la universidad. Mi piano está roto, y me he dicho por enésima vez que tengo que buscarle un comprador para poder reemplazarlo. También le he dicho a mi madre que tengo que retomar el piano, que un día lo voy a perder para siempre. Es gracioso porque siempre digo lo mismo, y ella asiente sabiendo que no voy a hacer nada realmente. Luego he ido a mi cuarto y he ordenado los libros, el sumario de Enrique Ruano y las pocas fotografías que tengo para mi investigación. Me he puesto a leer y a escribir, que son las únicas cosas que he hecho en 2017 aparte de socializar. He hecho en mi cabeza la misma lista ingente de cosas que tengo que hacer este verano en Málaga, que incluyen imposibles como aprender ruso o a programar en R, y me he reído de mí mismo al recordar que no haré este verano ni la mitad de lo que me proponga, como siempre.  

Ayer salí por la noche, pero éramos pocos y no fue tan divertido como en otras ocasiones. En la calle a la que vamos siempre, pusieron hace un tiempo un bar de cofradías, y a mí me gusta imaginarme una guerra cultural malagueña: los cofrades contra los cosmopolitas. Hemos ido al Smile, y me ha hecho gracia que mi primo supiera que estaría allí: no le ha hecho falta quedar conmigo para verme. He tomado varias cervezas y me he puesto al día con mis amigos. Básicamente, todo parece haber cambiado mucho pero en realidad sigue igual. 
  
Me he puesto triste al pensar en los años anteriores. En 2013, en estas mismas fechas, empecé a escribir en El Modernícolas, hice un viaje con mis amigos del Chami, fui con Paula al Albéniz, la Canelaparty y al SMS, y escribí una novela que por suerte casi nadie leyó. En 2014, aunque estaba triste, la mayoría de mis amigos fuimos juntos al festival 101, escuchamos a Airbag y a Standstill en el mítico SMS, me hicieron una fiesta sorpresa en Montero, jugué a muchos juegos de mesa y fui a un montón de conciertos gratis. En 2015, fui a Ojén con un montón de amigos, y escuchamos a Airbag, Xoel López y Stone Pillow. Justo antes había estado en Jerez con Rafa Lope y mi padre, y la vuelta de mi Erasmus no pudo ser más divertida y fácil. Gané el campeonato de España de Dominion, entrevisté a Manuel Arias para una revista digital, hice unas prácticas sobre el trato vejatorio a inmigrantes en la Valla de Melilla, comencé a ir a los intercambios de idiomas, y empecé a olvidar las cosas que hacía con Paula. En 2016, también estuve en Ojén, y mi vida en Málaga se hizo mucho más complicada. Fui con Gabi a un curso de periodismo y mucho al Albéniz. Hice una gran cantidad de actividades, conocí a Belén en Toulouse y celebré mi cumpleaños en mi casa de El Candado con todos mis amigos y primos.

En 2017, en vez de a Málaga me he ido a Madrid tras mis viajes, y soy consciente de que va a cerrar el Modernícolas, vamos a vender mi casa, no voy a volver a Málaga esta vez por Navidad, no hemos ido al Ojeando ni a Airbag y muchos de mis amigos están en Venecia y Barcelona. Aún no he jugado al fútbol ni a ningún juego de mesa. Me da rabia porque en Ojén están tocando Airbag y Xoel López, pero yo no estoy allí. Málaga ha cumplido con su promesa de repetición constante, y soy yo el que ha fracasado estrepitosamente en mis ánimos conservadores.


Esta noche voy a salir, como siempre. Voy a ir al Smile, esperando encontrarme a la máxima gente posible, y voy a cotillear e imaginarme historias sobre toda la gente a la que llevo viendo los últimos siete años. Quizás luego vaya al Spectra o a la Velvet, y pretendo escuchar la misma música de los últimos años. Los próximos días voy a hacer exactamente lo mismo que hago en Málaga en estos meses. Por si alguien se apunta, estaré en el cine Albéniz, el CAC, el Play Planet, el Smile, el Paseo Marítimo, la Velvet, los intercambios de idiomas y, en general, el centro de Málaga. No pretendo hacer nuevos amigos, pero voy a tratar de ver a todas las personas que conozco. A principios de agosto, iré a la Canelaparty y al Tierra de Nadie, con el objetivo de ver a Kokoschka y a Airbag y recuperar mi trono nacional en el Dominion. Quizás vengan de Venecia, Berlín, Barcelona y Coventry todos los amigos que faltan. Entonces saldremos al centro, y procuraremos que todo siga exactamente igual. Por si alguien se lo pregunta, estaremos por las noches en el Smile y por las tardes en el cine Álbeniz.  

domingo, 21 de mayo de 2017

Antonio Banderas y la corrupción de los medios de comunicación

Hoy ya nadie se acuerdo de esto con el tema de Antonio Banderas, pero la última vez que Málaga se convirtió en motivo de interés nacional fue debido a una noticia falsa. Una (falsa) violación, en la feria de Málaga de 2014, sirvió para que una ciudad entera se retratara y unos cuantos articulistas nacionales tuvieran su escándalo semanal. Diario Sur empezó a tratar el asunto con el siguiente titular: “Los jóvenes detenidos por la brutal violación a una chica en la feria lo grabaron con el móvil”. Lo firmaban Juan Cano y Francisco Jiménez el 18 de agosto de 2014. Leyendo el titular, se entendía que la violación, que fue brutal, se daba por descontada, y lo novedoso es que la habían grabado con un móvil. Sin embargo, la “brutal” violación que se hizo viral nunca tuvo lugar.

Juan Cano no ha tenido que responder ante nadie de esta “brutal” equivocación.  El 22 de agosto de 2014, en un artículo en Diario Sur de increíble cinismo titulado “lamentable despropósito”, el Director de Publicaciones de Diario Sur, Pedro Luis Gómez, comenzaba diciendo que “la información es poder. La mala información es el desastre”. Increíblemente, decía que la razón del despropósito ocurrido en la feria de Málaga era “sobre todo por los tuiteros que asolan las redes sociales y que son concienzudos guardianes de la pureza y de la dignidad, los amos de la verdad absoluta e indiscutible, los dueños y señores de la razón única, la suya”. Posteriormente, defendía al periodismo de “los que no tienen ningún respeto no solo por esta profesión, la de periodista, sino ni tan siquiera por un Estado de Derecho (con mayúsculas pese a ellos) donde la presunción de inocencia es uno de sus más sólidos pilares”. ¡Lo escribía desde Diario Sur! Lo hacía, claro, sin que nadie hubiera lanzado un ataque frontal contra la cobertura que realizó el medio en concreto. O nadie se dio cuenta, o nadie se atrevió.

En mayo de 2016, Juan Cano recibió el II Premio Andaluz de Periodismo Social Antonio Ortega. Quizás Juan Cano sea un buen periodista y recibió un justo premio, pero la no rectificación personal o de Diario Sur tras un error así no admite mucho margen para la benevolencia: dar un hecho tan terrible como una violación por descontado, y tildarlo de brutal sin ninguna prueba de que ocurriera nada, es el tipo de cosas por las que podríamos pedir que se despidiera a un periodista. 

El Consejo Audiovisual de Andalucía, en un loable informe, puso el caso de la Feria de Málaga como ejemplo de “la vulneración sistemática del derecho a la presunción de inocencia”. La mayoría de cadenas generalistas, incluidas las públicas, difundieron “el dato erróneo de que los detenidos habían reconocido ha agresión”. Ninguna cadena rectificó posteriormente, y los tertulianos no han pedido disculpas ni a los ofendidos ni a la audiencia. Se dijeron cosas como las siguientes:

- “No son inocentes, puesto que están con cargos. Es decir, no pueden ser inocentes, de inocentes nada. Han salido con cargos, por tanto son culpables por ahora”

- “Lo tenían todo perfectamente calculado… uno de ellos incluso grabó con su teléfono móvil, otro vigilaba mientras los otros tres abusaban de la joven...”

Por su parte, en los medios escritos se opinó sin ninguna prueba. Como meros ejemplos, Beatriz Gimeno en eldiario, Shangay Lily en Público, Concha Solana en Pikara Magazine y Arturo Pérez Reverte desde su superioridad moral, decretaron que la absolución de los jóvenes malagueños era una falta de respeto de la juez. Pérez Reverte los llamó “hijos de puta” en Twitter, y Beatriz Gimeno acusó a la juez de tener en mente un “mito machista” para no haber visto el delito. La presunta víctima de la violación reconoció en el juicio que se la había inventado.

La primera semana de julio de 2016, en un curso de verano organizado por la Universidad de Málaga que sonrojantemente se titulaba “Mejor periodismo, más democracia”, tuve la oportunidad de hacerle una pregunta a Manolo Castillo, director de Diario Sur. Entre otras cosas, el curso de verano trataba sobre la importancia de la búsqueda de la verdad en el periodismo, en contraposición con los blogueros, para poder ser incómodos al poder. En la misma mesa de Manolo Castillo, se encontraba Miguel Ángel Aguilar, que había hablado largamente sobre la importancia ética del periodismo y la búsqueda de la verdad y la objetividad como freno a los grandes poderes que teóricamente nos oprimen. Cuando llegó el turno del público, le pregunté abiertamente a Manolo Castillo sobre la noticia de la feria de Málaga y el titular que dio el periódico. Como me la sabía de memoria, todos los demás asistentes pudieron ver que la noticia había sido publicada tal y como yo decía. Manolo Castillo dijo que yo estaba equivocado, y que lo que decía, por ende, era una mentira. Dijo que Juan Cano había sido el primero en decir que la presunta violación de la feria de Málaga no era real. Dijo que luego hablaría conmigo sobre el asunto, pero lo cierto es que eso nunca llegó a ocurrir. Ninguno de los otros conferenciantes, supuestos periodistas de prestigio todos ellos, se atrevió a insinuar que precisamente teníamos un ejemplo ahí de lo que un periódico no debía hacer.

Leyendo todo el asunto del caso Banderas, lo que está claro es que a casi nadie le importa ni el periodismo ni la verdad. Antes de que estallara todo este asunto, el mismo Pedro Luis Gómez que escribía la columna “lamentable despropósito” tres años antes, había hecho una entrevista el 2 de abril de 2017 con el actor. La entrevista se realizó 5 días antes de saliera el resultado del concurso del que el alcalde de Málaga Francisco de la Torre era el Presidente. Al concurso se presentaron 72 proyectos y, aunque teóricamente era anónimo, contenía según ha publicado Teodoro León Gross “una referencia explícita a Banderas”. Voy a reproducir algunos de los pasajes, respetando las numerosas faltas de ortografía, de la entrevista. Así se podrá observar cómo Diario Sur realiza su labor de vigilancia de los poderosos, de búsqueda de la verdad y de imparcialidad ante los asuntos públicos:

“-Le apetece dirigir un teatro aquí en Málaga con su nombe (sic).
-Bueno, con mi nombre... Eso lo decidirán otros.

-Perdone, pero si le queremos dar caché, Antonio Banderas es una marca.
-Bueno, pero no hace falta, ni soy el indicado para decirlo. Mira me gustaría dirigir un teatro que aportara a Málaga un grano de arena a lo que le está pasando a esta ciudad bendita. (...) Tener un teatro que fuese un laboratorio, que atrajera a los grandes actores del mundo, traernos a las grandes escuelas de teatro del mundo, organizar masters y cursos para profesionales, hacer algo grande utilizandolo (sic) incluso como platós de televisión.... Cuidado, que ya estoy exponiendo ideas muy claras que tengo desarrolladas en un informe, pero tengo que buscar un espacio, y sobre todo (y que me perdonen), no quiero ni un duro público. Esto tiene que financiarse de forma privada porque el dinero público acarrea muchos problemas (vuelta a reirse (sic) abiertamente) y yo adoro a la clase política cuando hace cosas para la gente y para la cultura, sean del partido que sean, no estoy hablando de ninguno en concreto...
(…)
-Ufff no sé si decirlo, porque después ya sabes lo que pasa con estas cosas.
-¿El qué? Dígalo... No sé qué es, pero ¿por qué no lo va a decir?

-Pues sí, lo voy a decir: aquí hay una persona fundamental que es don Francisco de la Torre Prados.
-Lo intuía, esperaba que lo dijera... (…) Es un hombre humilde, y tiene una virtud enorme que es la educación. Parece de Peregrullo (sic), pero no todos los políticos son tan educados. La forma en la que personaliza su labor por estar en los barrios. Si es que además no para, si sé que tiene a la Corporación Municipal con la lengua fuera. Es el no parar. De una actividad frenética. Alucino con él. Y me importa un pito lo que piensen ante lo que digo, porque en términos generales, el PP no es el partido por el que más se me reconoce a mí, vamos. Yo no apoyo a ninguno públicamente. (…)Pero mira, cuando una persona hace las cosas bien, como el alcalde de Málaga, hay que reconocérselo y punto. Recuerdo que la baronesa Thyssen me dijo un día que su museo lo había traído a Málaga porque teníamos "un alcalde muy pesado, que me ha insistido mucho y me decidió". Conste que cuando hablo bien del alcalde, que nadie piense que le debo ningún favor, que jamás le he pedido ninguno. Se lo merece.
-Eso se llama justicia.”  

La información que ha salido luego es la siguiente, y da a entender un trato de favor a Antonio Banderas por parte del alcalde de Málaga. El mismo Diario Sur, en una editorial del 26 de abril de 2017, criticaba que se hubiera dejado “entrever sin pudor tanto respaldo institucional y el deseo de hacer un concurso a la medida”. Transcribo lo que el periodista Teodoro León Gross ha escrito en El Mundo:

“1.- El mismo arquitecto Seguí atrae a Banderas a un proyecto cultural en un lugar emblemático: unos viejos cines en la plaza donde nació Picasso. Parece claro que Seguí actuaba persuadido de que con Banderas como salvoconducto, nadie frenaría su proyecto. 2.- Se gana el concurso de ideas no vinculante, con referencia explícita a Banderas aunque es anónimo. Después el alcalde, excitado, llega a sugerir, al borde de la prevaricación, que el pliego del futuro concurso casi debería llevar el nombre de Banderas. 3.- Desde instancias técnicas y políticas, también mediáticas, se advierte del exceso de altura (de baja más tres a seis) en un lugar muy estricto, y de usos, ya que el equipamiento cultural, que apenas daría para un bar o una tienda de museo, planea un 75% de ingresos por bares y alquiler de locales. Con 23 espacios lucrativos, el teatro es la coartada. 4.- Banderas ve el lío -sin duda entiende que el asunto es una ratonera que además incumple sus viejas promesas de no usar "suelo público"- y se retira, pero no discretamente, sino, como buen actor, con cierta sobreactuación como víctima. 5.- El circo, incluyendo actos de desagravio de ecos tardofranquistas.”

Si en el caso de la feria fueron los supuestamente feministas los que lanzaron las campanas al vuelo sin tener información, en este caso han sido los supuestamente liberales. Estas dos  subespecies no se parecen en nada, salvo en una cosa fundamental: los dos desprecian que los hechos no se adecúen a su teoría de lo que deben ser las cosas. El País ha hecho un editorial arbitrario titulado Con Antonio Banderas, y hemos podido leer a muchos supuestos defensores del libre mercado en los medios nacionales decir dogmas sobre el asunto sin atenerse a los hechos concretos del caso. Paradójicamente, uno de los pocos periodistas que han actuado con entereza ha sido un antiguo colaborador de Diario Sur y también participante en el curso de verano de la UMA, Teodoro León Gross. Como consecuencia, un concejal del Ayuntamiento de Málaga ha dicho que se trata de “un mercenario de la pluma”. El alcalde de Málaga ha cometido unas irregularidades intolerables en un procedimiento público, pero no ha parecido importar mucho. Diario Sur hizo un editorial titulado “Sí a Banderas; sí a Málaga”, en el que el único fallo admitido era que “el alcalde pecó de un exceso de entusiasmo, pero poco más. Nada hacía peligrar la legalidad de ese concurso”. Ha sido el mismo Pedro Luis Gómez el que redactó la noticia de que Banderas abandonaba el proyecto, en otra muestra grotesca de imparcialidad.

¿Cómo sabe Diario Sur con tanta seguridad que ninguno de los 72 proyectos presentados es lo suficientemente competitivo? ¿En qué se basa esta presunción? ¿Por qué no se hacen entrevistas tan halagadoras a los otros contendientes? ¿No es más grave el posible trato de favor en los procedimientos públicos que el hecho de que Banderas se haya retirado por someterse a un escrutinio razonable? ¿Ha pasado esto en más ocasiones con otros asuntos en los que haya estado implicado Antonio Banderas? ¿Para Antonio Banderas sentirse humillado significa aceptar los procedimientos democráticos? ¿No es muy sospechoso el mangoneo entre el principal periódico de la Málaga Diario Sur, el alcalde Francisco de la Torre y Antonio Banderas? ¿Cómo puede informar imparcialmente Diario Sur sobre un asunto de tanta importancia tras mostrar tan a las claras en una entrevista su absoluta preferencia por que Banderas pueda dirigir un “teatro con su nombe (sic)”? ¿Era verdaderamente anónimo el concurso de ideas o ya se sabía de antemano quién lo iba a ganar?   

Mientras tanto, muchos malagueños han seguido actuando tumultuosamente y, según informa el mismo Diario Sur, a partir de la información dada por el periódico se han convocado actos de solidaridad con el actor. Los pocos articulistas o políticos que han criticado el proyecto  parecía que tenían que declarar previamente su admiración a Banderas. Tras cinco días desde su lanzamiento, la petición de change.org para que el idolatrado Banderas reconsidere el proyecto tiene prácticamente los 25.000 firmantes que necesita. Por su parte, 700 manifestantes han ido con el alcalde de Málaga, parte del grupo municipal del Partido Popular y el polémico arquitecto Seguí a una manifestación en la Plaza de la Constitución, con el objetivo de que se resuelvan los tecnicismos “porque no hay nada insalvable”.

Aquí el periodismo tendría que decir aquello de que los “tecnicismos” son la base de nuestro sistema democrático, y que la única manera que tenemos de dotar justicia a las decisiones es haciéndolas seguir unos procedimientos técnicos previamente establecidos. Así se evita la arbitrariedad y los tratos de favor. El periodismo podría haber recordado todos los casos de corrupción sufridos a nivel municipal, y señalar que la misión del periodismo no es gustar a la gente sino aspirar a contar la verdad. Sin embargo, eso es desde hace mucho tiempo una batalla perdida.  

Ojalá Teodoro León Gross hubiera sido tan valiente cuando desde el medio en el que escribía se titulaba como “brutal violación” algo que nunca ocurrió. Tanto el tema de Banderas como el de la feria de Málaga apuntan a un tipo de corrupción que solemos dejar inadvertida: la de los medios de comunicación que no hacen su trabajo con honestidad. 

martes, 28 de febrero de 2017

Cataluña, los refugiados y el dedo que no deja ver la luna




Hace unos días, una manifestación de unas 150.000 personas en Barcelona reclamaba que se aumentara la implicación para acoger refugiados. El único partido político importante en Cataluña que no expresó su apoyo fue el PPC. Desde Ciudadanos se ha criticado, con cierta razón, la instrumentalización de la manifestación por parte del independentismo, y en la prensa española se han visto artículos de toda índole. En El Español, Cristian Campos criticaba la empatía emocional, y la calificaba correctamente como una de las peores guías posibles para las políticas públicas. Del mismo modo, hacía una consabida crítica al barcelonés “solidario de postal”, al que acusaba de girar “la vista ante el matrimonio forzoso con menores y el hiyab del refugiado y, a cambio, recibe de este apoyo para sus propios odios y racismos”. Para Cristian Campos, la asistencia a la manifestación sería una mera forma de distanciarse moralmente de los que no participaron en ella. Cristian Campos se autoatribuye la “compasión que surge del análisis distanciado, el autocontrol y un sentido profundo de la justicia”, que parece contraponer con la actitud de todos aquellos que se manifestaron en Barcelona. 

Desde mi punto de vista, el artículo tiene el mismo problema que muchos de los autodenominados liberales en la prensa y la política española. Estos liberales denuncian constantemente en los periódicos y revistas nacionales la situación catalana, el populismo de izquierdas y, en general, determinado pensamiento progresista que consideran en el mejor de los casos buenista e ingenuo. Algunos de ellos son admirables, y han configurado buena parte de mi forma de pensar. Han alertado, entre otras mil cosas, sobre la hipocresía del Ayuntamiento de Madrid al poner con coste de oportunidad cero un cartel de Refugees Wellcome, la ramplonería de determinado feminismo y la demagogia del derecho a decidir. Sin embargo, en este asunto de los refugiados, la mayoría parece que no quiere apuntar al más directo responsable sobre la lamentable política llevada a cabo por España: el Gobierno del Partido Popular. Cristian Campos hace un artículo criticando la hipocresía del catalán pijoprogre independentista, y lo viste de políticamente incorrecto al decir aparentemente cosas que no se pueden decir en Cataluña. Cristian Campos señala al dedo, pero no debemos dejar de ver la luna: esos refugiados que, cuando hayamos seguido criticando lo que dicen unos y otros, seguirán ahí. Mi pregunta va dirigida a todos esos liberales que creen, como Cristian Campos, dirigirse por el sentido profundo de la justicia. ¿Dónde está el artículo viral sobre los refugiados que no critica a la izquierda sino al responsable del asunto? 

Se puede tener razón por motivos equivocados. Que buena parte de la gente que acudió a la manifestación en Barcelona pudiera hacerlo por motivos discutibles no quita que la manifestación tuviera una buena razón de ser. En Alemania, como nos mostró Manuel Arias Maldonado en Revista de Libros, ha habido un debate real en las páginas de Die Zeit. Iniciativas público-privadas han hecho que en Alemania, pese a todos los peros que se puedan poner, haya habido una respuesta responsable a una crisis gravísima. En España no hemos debatido sobre este asunto en profundidad. Sin embargo, sobre Cataluña se ha escrito en el mismo tiempo todo lo posible. Es cierto que el proceso secesionista, como ha escrito Arcadi Espada, “ha dividido a la sociedad catalana y ha agudizado tensiones ya existentes. La convivencia ha empeorado. Esto es tan cierto como que ninguno de esos incidentes ha sido grave ni ha puesto en peligro la vida de nadie”. Pero el tema de los refugiados afecta a la vida de personas inocentes que no han tenido responsabilidad alguna en el drama que les ha tocado. Y que sea la izquierda la única que reclame sin matices una política de refugiados deja en evidencia a todo el espectro político español. 

En una cena hace unos meses, John Muller, director adjunto de El Español y paradigma de periodista liberal, hizo un alegato a favor de los refugiados. Dijo que había que aceptar a todos los sirios posibles, que eran gente emprendedora y que necesitaban una oportunidad en nuestro país. En ese momento, Federico Steinberg, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e Investigador en el Instituto Elcano, le preguntó el motivo por el que no lo decía en público más a menudo. Una voz como la suya, qué duda cabe, podría ser escuchada por sectores que presionaran al Partido Popular para llevar a cabo otra política. Porque está claro que el Partido Popular no sigue las recomendaciones de prensa genuinamente liberal como The Economist, que pidió una política europea coordinada para recibir a refugiados, ambiciosos planes para que los refugiados pudieran adaptarse a los países de origen y el aumento de la ayuda a los sirios. 

Cuando el impresentable Jorge Fernández Díaz, siendo Ministro de Interior, dijo que los críticos de las devoluciones en caliente debían acoger a los inmigrantes y “que si no, que se callen”, estaba mostrando a las claras la política en estos asuntos que iba a llevar el Partido Popular. La falta de compromiso del Gobierno no es comparable a la posible hipocresía de los ciudadanos en estos asuntos: a los partidos políticos se les elige precisamente para que gestionen temas espinosos como éste. El sentido profundo de la justicia no ha llevado a nuestros liberales a pedir explicaciones indignadas acerca de este tremendo asunto. Las políticas públicas están, precisamente, para gestionar este tipo de situaciones. Se deberían haber tomado una serie de medidas conjuntas entre el Gobierno, las ONGs y la sociedad civil para facilitar entre todos la asistencia a la mayor parte de refugiados posible. El Partido Popular tendría que haber explicado que gestionar una entrada masiva es complicado con la situación de paro del país, pero que debíamos hacer un esfuerzo de acogida por unos motivos tan obvios que cuesta tener que exponerlos. Que este esfuerzo crearía seguramente ganadores y perdedores, y que estábamos ante una responsabilidad colectiva que el Gobierno del Partido Popular iba a asumir conjuntamente con determinados sectores de la sociedad. Por supuesto, era un reto difícil, pero teníamos guías a nuestro alcance: Alemania y Suecia, sin ir más lejos. Sin embargo, el Partido Popular ha llevado a cabo una política hipócrita, irresponsable y desmedida, mezclando apariciones públicas quejumbrosas con la imposición de dificultades constantes a la entrada efectiva de refugiados en España, como si los españoles viviéramos en nuestras fronteras un drama equiparable al de las personas a las que podríamos ayudar. Que España recibiera unos 900 refugiados en 2016 de los 17.337 que prometió a Bruselas es simplemente intolerable. Que los refugiados no quieran venir a nuestro país, como denuncian múltiples organizaciones, por las extremas dificultades que encuentran es lamentable. Pero, en otro orden de cosas, que dejemos que la policía marroquí se encargue de hacer el trabajo sucio en la frontera de Melilla sin exigir ninguna responsabilidad y que desde el Ministerio de Asuntos Exteriores se busquen argumentos para denegar visados incluso a ucranianos perseguidos por su condición sexual es algo propio de esos países a los que con razón no queremos parecernos. Que el Presidente Mariano Rajoy haya escrito recientemente una tribuna en El País alabando nuestra capacidad para acoger e integrar a personas que sufren por su defensa de los derechos” es ya directamente una comedia. ¿Por qué El País no ha hecho un editorial crítico con el Presidente en respuesta al artículo, como hizo cuando publicó la respuesta de Mas a Felipe González titulada “A los españoles”? 

El lugar en el que queda Rajoy en comparación con Merkel ante estos asuntos no es algo que debamos olvidar a la hora de votar. Ni tampoco a la hora de entender qué preocupante lugar ocupa España en la Unión Europea. Por otra parte, que ni Ciudadanos ni el PSOE exigieran un cambio radical en estas políticas como condición de gobierno del Partido Popular es algo legítimamente reprochable. Con todos estos ingredientes, podría haber aparecido un incómodo y verdaderamente políticamente incorrecto artículo viral de un liberal español. Usando ese mismo tono con el que se ataca a los progres y a los solidarios de postal pero con los conservadores que no creen en sociedades cosmopolitas, la responsabilidad del individuo y “esa compasión que surge del análisis distanciado, el autocontrol y un sentido profundo de la justicia”. No vaya a ser que esa disonancia cognitiva de la que tanto nos gusta hablar solo afecte a los que no piensen como nosotros. Aquellos columnistas patrios que presumen de decir verdades incómodas cuando afectan al progresismo olvidan una cosa fundamental: uno solo es verdaderamente políticamente incorrecto cuando escribe contra los suyos planteándose sus verdades absolutas.   

En una reciente encuesta del Chatham House, un 41% de los españoles desea que se detenga el flujo de inmigración procedente de países musulmanes. Solo un 32% de los españoles desean lo contrario. Yo apuesto a que sé dónde se encuentran la inmensa mayoría de autodenominados liberales antinacionalistas españoles.