Con 17 años recién cumplidos, para mi trabajo de PPI de segundo de
bachillerato escribí esta introducción.
“Sería sin duda estúpido e innecesario empezar este artículo
definiendo conceptos como memoria histórica, guerra civil y dos Españas. Sería
desde luego reiterativo y de mal gusto intentar remover un pasado ya superado,
un pasado del que ya se ha aprendido y del que no se repiten vicios. Sería
ilógico, por tanto, decir que la memoria histórica es un concepto
historiográfico, que viene a designar el esfuerzo consciente de
los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado,
valorándolo y tratándolo con especial respeto. Sería también simplemente idiota
recordar algo que ya está simplemente tratado, algo olvidado y ya superado.
Pero no lo es. Y no lo es porque en España cuesta recordar lo pasado, de forma
que olvidamos que la mejor manera de mirar al futuro es recordando el pasado.
Porque pese a lo dicho anteriormente, yo, Javier Padilla Moreno-Torres, no
tengo odio hacia nadie, ni siento vergüenza de lo que fue España o Málaga, y
ciertamente, no creo que tenga que reconciliarme con mi pasado ni con nadie, y
creo que hablo por toda mi generación. Por eso no tiene sentido que yo escriba
un artículo intentando hablar sobre lo que debemos hacer ahora, no. Escribiré
sobre algo mucho más personal, algo que pueda aportar mi punto de vista ya que
es algo mío: escribiré sobre mi familia.
Sí, sé que puede parecer difícil
tener suficiente información como para escribir una narración de estas
características sobre mi familia, pero en este caso no puedo evitarlo. Cuando
comencé a investigar sobre el tema, me producía profunda tristeza conocer las
historias que habían ido ocurriendo en Málaga durante la guerra. Era una
tristeza vacía y sin contenido, una tristeza que no te llega, que no te llega a
llenar como para escribir sobre un tema dejándote el alma y la esencia. Pero,
charlando con mi madre, me enteré de parte de la historia de mi familia de la
que yo no tenía constancia, parte que, ahora que me doy cuenta, me impedía conocer
muchas cosas de mí (metáfora aplicable a España con respecto a su memoria histórica).
Sin quererlo y sin predecirlo, me vi envuelto en una espiral de sentimientos
contradictorios que son difíciles de explicar. De esta forma el primer párrafo
cobra un sentido extraordinario, un sentido total, al ver que probablemente
debería ser estúpido, ilógico, innecesario, estúpido, reiterativo y de mal
gusto que un niño de 17 años tuviese que enfrentarse con su pasado de esa
forma, pero la realidad a la que llegaría mi indagación me dejaría en un debate
de difícil solución: a dos de mis bisabuelos los asesinaron los republicanos.
Y digo enfrentarme a mi pasado
porque antes de empezar a escribir esto yo no tenía constancia alguna de todo
lo que a mi familia le había ido ocurriendo durante la guerra, tampoco tenía
verdadera constancia de lo poco que ha pasado desde la guerra, de forma que ver
que mi mismo abuelo al que veo tanto y al que tanto quiero, sufrió la pérdida
de su padre fusilado por los republicanos, me produce un enorme conflicto
interior. Pero por paradojas del destino supongo, al poco tiempo de seguir mi
investigación sobre mi familia tengo una agradabilísima sorpresa, algo que me
permitirá seguir avanzando mucho, sobre todo en la sociología de la época a la
que poco a poco he intentado llegar. Mi tío abuelo, Valeriano Moreno-Torres, escribió
hacía poco tiempo un libro que no podía tener título ni tema más oportuno para
mi trabajo sociológico: La Guerra Civil de un niño de 80 años.
Por todo esto me vi obligado a
escribir sobre la memoria histórica de Málaga y Andalucía de forma distinta.
Donde yo pensaba que habría datos precisos e investigaciones totalmente
objetivas (buscadas por internet y analizadas por mí), habrá subjetividades y
sentimientos confundidos; en donde creía que se ubicarían historias de personas
anónimas de las que nunca sabría nada, se ubicarán historias familiares, de las
personas a las que veo a diario; en donde pensaba que escribiría una historia
ajena a mi persona, que quizás tuviera que ver indirectamente conmigo pero que
no me afectara de la forma más directa y cercana conmigo mismo, me encuentro
con que esta historia es parte de mí y que cada sentimiento, cada palabra de lo
que voy a contar pertenece a mi familia. Al escribir este libro la realidad
estará supeditada a mi voluntad, pero esta voluntad será totalmente la de las
palabras de mi tío abuelo, que me permitirán afrontar, entender, comprender y
sobre todo ponerme en el lugar de los que ahora piden justicia. De hecho,
pensado con tranquilidad, creo que escribir con el anhelo con el que lo hago es
la única forma para que, alguien como yo, pueda aportar algo nuevo a un tema
tan complejo.”
Con 17 años (¡y con 23!), uno no
sabe muy bien dónde se está metiendo cuando empieza a hacer investigaciones. Ya
me había dicho Sergio Suárez que poco a poco me iría “dando cuenta de que todas
las vidas están relacionadas”. El entrecruzamiento entre vidas, las Historias
Cruzadas que dan nombre al blog, es seguramente lo que más me interesa en el
mundo ahora mismo. Reconstruir la vida de alguien es juntar momentos y personas
que estuvieron en unos momentos viviendo sin ser conscientes de su importancia
histórica. Ser capaz de ir agrandando el puzle de las relaciones personales que
mantuvieron individuos de personalidades interesantes, recrear las historias
que vivieron, las ideas que forjaron, los amores que tuvieron y las pasiones
que arrastraron tiene una resonancia única para el que investiga: se da cuenta,
por un lado, del parecido de todas las vidas humanas y, por otro, de las
infinitas posibilidades que cada uno de nosotros tenemos por explorar. Pasear
entre ciudades, personas, ideas, conceptos y amores buscando un hilo común que
permita construir, proyectar y saber un poco más es algo bastante especial. Reconstruir
momentos que se marcharon para siempre permite rememorar exaltaciones y
multiplicar la vida; si bien la tristeza es a la vez inevitable al darte cuenta
de que lo que se va no vuelve en realidad nunca: ese momento perdido ya nunca
regresará más que como ficción o farsa. En todo caso, mezclar todo lo investigado
para que salga algo coherente resulta complicado: pura vida esperando una
narración. He aquí un ejemplo.
Investigando sobre Enrique Ruano
siguiendo el rastro de Dolores González Ruiz, empecé a leer la autobiografía
del psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Me encontré con que dice que su
compañero de piso en sus primeros años en Córdoba era mi tío abuelo, Valeriano
Moreno-Torres, del que tanto había leído para hacer el trabajo sobre la guerra
civil en el colegio. Carlos Castilla define a Valeriano, notario, como una
persona honrada y con buena cabeza, aunque no muy dada a la crítica política.
Carlos Castilla, de izquierdas y relacionado nada más llegar a Córdoba con el
mítico grupo de poetas cordobés Cántico, y Valeriano no congeniaron
demasiado, a pesar de que se mantenían un cierto respeto en múltiples aspectos.
El libro de Valeriano, La guerra civil de un niño de 80 años, fue
escrito en 2004, y yo lo leí por primera vez en 2010. La historia que narra es
tremenda. Mi bisabuelo, Antonio Moreno Sevilla, fue asesinado a hachazos por
los anarquistas en Bujalance. Parece posible que estuviera implicado alguno de
“los jubiles” en los asesinatos; en todo caso parecen más claros los anarquistas
afiliados a la CNT. Un día tan cercano como el 18 de abril de 2015, la CNT
organizaba un homenaje a dicho grupo. “El grupo guerrillero anarquista de “Los
Jubiles” estaba formado por jornaleros de Bujalance y Montoro, cuyo delito fue
vivir en la miseria y la exclusión, forjarse una conciencia social, cargarse de
dignidad… y perder el respeto al “señorito” luchando por la tierra y la
libertad. Algo imperdonable para los poderosos que han sido, son y serán”,
proclama orgullosa la CNT. Del ambiente de Bujalance, y del campo andaluz en
general, en la época de la guerra civil hay mucho que decir y escribir; desde
luego el panorama está lleno de unos grises distintos a los franquistas. De la
CNT, poco que decir en realidad: el mismo año 2010, que empecé a investigar
sobre mi familia, fui a Madrid a ver Colegios Mayores. Era primero de mayo, día
internacional de los trabajadores, y en el Retiro había una caseta de
conciertos con banderas de la CNT. Cuando me acerqué a ver el concierto, en un
momento dado el cantante del grupo mejicano grito algo así como “El fin
justifica los medios. La violencia es necesaria para conseguir nuestros
objetivos”. Lo más curioso de todo es que no fui capaz de relacionar ambos
momentos hasta escribir sobre ello.
Cuando leía la biografía de
Carlos Castilla del Pino me encontraba, en realidad, entrevistando a personas
relacionadas con asesinatos de la extrema derecha. Había ido a hacer
entrevistas a sitios tan diversos de Madrid como Comisiones Obreras, la
Fundación Abogados de Atocha, el Colegio de El Pilar, el Ayuntamiento de Madrid
y diversos despachos de abogados laboralistas. Otro familiar mío, Enrique
Torres, de la Comunidad Religiosa Marianista del Colegio de El Pilar y miembro
del patronato del Chaminade, me pasó información directa sobre la muerte de
Enrique Ruano, que había estudiado en El Pilar. Enrique Torres es familia de
Valeriano Moreno-Torres, creando el primer vínculo a través del motivo primario
de investigación: Dolores González Ruiz, novia de Enrique Ruano cuando lo
mataron.
Valeriano pudo escribir su
historia de la guerra civil gracias a su hija Chitina Moreno-Torres, una tía
segunda mía relativamente famosa por su exitoso paso en el programa Saber y
Ganar. Chitina es una mujer excepcional, y ha contribuido muchísimo a que
Valeriano haya hecho su libro: le ha ayudado a redactar, ha corregido párrafos
y ha hecho labor de editora y divulgadora. Cuando fui a Granada esta Semana
Santa a entrevistar a Valeriano a propósito de Carlos Castilla y de tantas
otras cosas, uno aprendía más de los gestos de mi tío abuelo que de sus
palabras. A pesar de que supera los 90 años, Valeriano conserva un aspecto
refinado, algo dandy. Dos cosas me pudieron quedar claras en las pocas palabras
que Valeriano pudo decir: no considera a Carlos Castilla su amigo y en la
Guerra Civil pudo ver cómo había comunistas buenos y malos y fascistas buenos y
malos. Todo un señor de derechas andaluz abogando por la reconciliación y la
democracia; con la mirada de un niño ante unos acontecimientos desastrosos que
hemos superado más bien que mal. Atención a la idea del niño.
Hasta aquí ya hay bastante dicho
de los Moreno-Torres. Inevitablemente, los Moreno-Torres tienen un aura
especial (a mí me gusta pensar que son un poco como los Karamazov) y siempre
que escribo pienso que lo hago como Moreno-Torres antes que nada. Las historias
de los “siete monosabios” granaínos que fueron mi abuelo, Valeriano y los demás
hermanos son bastante épicas. Pero dejemos mi familia materna y vayamos ahora a
mi familia paterna y a mi quinto apellido, Noguer. Este apellido es de origen
catalán y va a demostrar aquello de que al final, todos nos parecemos mucho.
Familias de Andalucía, Cataluña, comunistas, nacionales, demócratas,
anarquistas: “en todas partes se cuecen habas”.
Quiero empezar esta parte con lo
que me ha dicho esta misma semana mi abuela paterna, de apellido Jurado, tras
haberse leído el libro de Valeriano. “Muestra cómo tanto en un bando como en
otro había personas buenas y malas”, ha resumido perfectamente. Me ha enseñado
una foto de ella de niña, con apenas 4 años, y su padre y su tío acompañados
por el comendador de Ronda. En pleno campo andaluz, la expresión de mi
bisabuelo y de su hermano son puras expresiones de otra época, y de otra Andalucía.
A pesar de ser en blanco y negro y de saber internamente que era una época
verdaderamente más oscura, imagino inevitablemente una Andalucía llena de
colores brillantes y pasiones desorbitadas. En otra ocasión hablaremos de los
Jurado y sus aventuras futbolísticas en Brasil; ahora hablemos de Cataluña.
Cuando mi abuelo paterno murió,
empecé a saber de mis orígenes catalanes y de nuestra familia argentina. Gracias
a mi maravillosa tía Chipi, a Ron y a algunos Noguer desperdigados por España y
Argentina, hubo un encuentro en Torrox en el que pude ir haciéndome una idea de
muchas cosas de mi familia paterna. La familia reunida en el encuentro se
bifurca a partir de los Noguer Ariza, de la que salen mi bisabuela y sus
hermanos. Aunque los Noguer vienen originariamente de Vic y de diversos sitios
de la provincia de Gerona, los Noguer Ariza nacieron en Torrox, donde los Ariza
tenían una farmacia. Los descendientes, nosotros, hemos acabado en sitios como
Málaga, Madrid, Santander y Barcelona. Los de Barcelona tienen una historia
curiosísima, aunque en el encuentro de Torrox apenas pude intuirla.
Un mes después de haber ido con
mi madre a Granada a ver a Valeriano Moreno-Torres, fui a Barcelona con el
secreto objetivo de ver a Livalo Noguer. Quería saber sobre María Luz Noguer
Rodríguez, maestra simpatizante en el Partido Comunista con mucho trato con la
Pasionaria, y sobre todas las historias que una buena cabeza como Livalo podía
contarme. María Luz tiene entrada en la Viquipèdia (Wikipedia en catalán), y su
vida fue un verdadero retrato histórico. Su marido fue el mítico arquitecto
valenciano Juan José Estellés Ceba, siempre muy vinculado a la izquierda y al
Partido Socialista. Livalo contó historias de todo tipo sobre Madrid y la Institución
Libre de Enseñanza, Valencia y Barcelona, los sitios donde habían vivido y las
personas con las que se había relacionado. Creo recordar que fueron apareciendo
en la conversación personas que habían conocido como León Felipe, Machado,
Camilo José Cela y diversos miembros del partido socialista y del partido
comunista. La perspectiva de una familia catalana, de izquierdas, atea y
perdedora de la guerra civil era radicalmente diferente a priori que la de una
familia católica, andaluza y conservadora como la de Valeriano. Sin embargo, el
tono de ambos era bastante parecido, claramente reconciliador. Las vidas de
ambos habían tenido grandes cosas en común, con un sincero aprecio en los dos
casos por la democracia instaurada posteriormente.
En un momento de la conversación
en Barcelona, mi primo (de grado bastante alto) Eduard me enseñó algo
increíble. Mi tío Livalo estaba escribiendo unas memoras. Silvia Noguer, la
simpatiquísima madre de Eduard, le estaba ayudando a hacerlo. Cuando pude ver
el boceto de lo que iba a ser su biografía, se me vino el alma al suelo: se
titulaban algo así como Memorias de un niño de 90 años. Silvia se me
hizo Chitina, Cataluña Andalucía, Moreno-Torres Noguer. Me dio la impresión de
que Valeriano y Livalo eran secretamente la misma persona, pensé en aquello de
Borges de que “la historia universal es la de un solo hombre”.
Este verano voy a Santander a
seguir investigando sobre Dolores González Ruiz, esperando encontrar por el
camino más cosas sobre mi familia. En diciembre voy a una boda en Argentina y
seguramente conozca a muchos Noguer de allí. En el camino de estas
innumerables vidas cruzadas, Borges dixit, se “afirma la analogía, no la
identidad, de los muchos destinos individuales. Afirma que cualquier lapso —un
siglo, un año, una sola noche, tal vez el inasible presente— contiene
íntegramente la historia“. Al final uno se da cuenta de las infinitas posibilidades
que se tienen para encontrar la meta final: la mirada de un niño, el amor
perdido, la infancia recuperada.
Me ha interesado y gustado mucho tu relato, me propongo seguirte. Soy mayor, de izquierda, gracias a mis cultos hermanos, buscadora d la,Verdad, niña dl porqué decía mi madre, conciliadora y comprometida con ese solo Hombre que es la humanidad. Encantada de conocerte gracias a mi amigo Manolo.
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