(*) Escribí este relato con 17 años. Ganó el concurso Manuel Laza, del San Estanislao de Kostka.
- ¿Pero cómo que vas a volver a andar? Eso no es posible y lo sabes. No volverás a ir a esas charlas- inquirió Cloto.
- Es verdad. ¿Cómo yo voy a andar si llevo quince años sin poder hacerlo? Me están engañando.
Desde luego Angello nunca se hubiese esperado una casa tan ordenada y recogida como ésa. Aunque era una decoración moderna y de evidente buen gusto, había tres elementos que destacaban especialmente: una vieja rueca que estaba en el salón y que era evidente que se seguía utilizando, una balanza que desde luego no pintaba nada y una enorme representación del mundo. Era curioso porque el resto de la decoración parecía haber sido elegida por Kevin, pero no se llegaba a disfrutar de ésta debido a estos tres elementos. Desde luego que era curioso, sí.
Realmente Kevin no sabía andar, no. Desde el primer momento consciente
que recordaba, era incapaz de verse andar con normalidad; siempre cojeaba o, simplemente,
se caía. Todos sus conocidos le habían ido recordando siempre que no sabía
andar y era bien conocido por el sobrenombre de “el cojo”. Si bien él no se
sentía horriblemente angustiado ante la perspectiva de no poder andar, estaba
absolutamente convencido de que no andaría nunca.
Por supuesto todo esto cambió cuando empezó a ir a las sesiones de trabajo.
En las mismas, nos reuníamos un pequeño grupo de contertulios que realmente no
sabíamos hacer determinada actividades aparentemente sencillas como podían ser
andar, cantar o atarse los cordones de los zapatos. Tras una breve presentación
de los allí presentes, dimos por finalizada la primera sesión. Se
podía observar que los allí presentes teníamos serios problemas: realmente
Arión no sabía cantar; Eugenia, era cierto, tenía muy mala suerte y sin duda el
resto de los contertulios éramos sin duda casos especiales y únicos de
incapacidades manifiestas de actos aparentemente sencillos.
Tras unas primeras semanas de tanteo, Angello comenzó la exploración
de nuestros problemas. Tras un breve intercambio de palabras, nos contó un
cuento para que empezáramos a darnos cuenta de lo que nos pasaba. Empezó
diciendo:
“Y piensen ahora en un circo ambulante. Y más concretamente en sus animales;
piensen en los tigres, en los osos, en los guepardos y en los elefantes. Concéntrense en los elefantes y en su
asombrosa anatomía. El elefante es pesado y poderoso, no en vano son los
mamíferos terrestres más grandes de la actualidad llegando a medir cuatro
metros. Proyecten en su mente su enorme probóscide o trompa, con la que es
capaz de agarrar los mayores objetos. Imaginen la fuerza de este animal.
¡Imaginen la fuerza de este magnífico animal que es capaz de arrancar de raíz
el tronco de un árbol!”
“Es sin duda el elefante un animal asombroso y probablemente debería
ser el menos subordinable a la voluntad humana, pero no es así. ¿Y por qué?
Esto se debe a un defecto supremo de los elefantes, posiblemente el peor
defecto de todos, el que no le permite expresarse libremente, el que no le
permite vivir lo que al elefante como elefante le hubiera sido propio, el que
no le permite llegar al máximo de sus posibilidades, el que, a fin de cuentas,
hace que su vida sea una insignificante muestra de lo que pudo haber sido ya
que no le permite desarrollar sus potencialidades. Y es que el elefante posee
la maldición de la memoria.”
“¿Y por qué es mala la memoria? A priori parece que la memoria es
buena para los elefantes y para los demás. La memoria permite al elefante
reconocer a su familia, recordar los sitios de comida, reconocer a su manada y,
a fin de cuentas, tener una identidad personal dentro de la manada. Pero no es
así como es utilizada la memoria.”
“Recuerden de nuevo el circo para entender la adversidad de la
memoria. Los humanos sabemos de lo que ésta ocasiona en los elefantes y la
utilizamos de la forma más cruel posible. Si a una pequeña cría de elefante se
le ata a un palo de forma que quede cohibida de libertad, ésta responderá
intentando hacer fuerza para escapar y conseguir su ansiada libertad. Lo
intentará durante horas, días y semanas, hasta que desista en el intento. Lo
que no sabe la cría es que aún no ha desarrollado sus potencialidades y que
ahora mismo no es lo suficientemente fuerte como para escapar, pero que pronto
será capaz. Aunque el elefante crece y se desarrolla, ya ha desistido en su
intento de escapar. Pese a ser el mamífero más pesado y fuerte, cree que no
tiene la suficiente fuerza. Esto lo que provoca es que no pueda conseguir lo
que más desea a pesar de tenerlo al alcance de la mano. Todo esto es culpa de
la memoria.”
“La memoria es una cualidad que no hay que despreciar. Si se utiliza
bien, te permitirá retroceder sobre ti mismo y tus pensamientos para tomarlos
como punto de partida y llegar a otros pensamientos y otra idea de ti misma más
avanzada, pero si se usa mal, te volverás loco. Es cierto que con la memoria
puedes no llegar a saber la realidad en la que te encuentras y entonces llegas
a la locura, pero yo no me refiero a eso, yo hablo de otro tipo de locura: la
locura de vivir una vida que no es la tuya al no desarrollar tus
potencialidades y permitir que otros se aprovechen de eso.”
El breve discurso no nos afectó de forma inmediata a los participantes
pero, según hemos podido saber posteriormente, a todos nos afectó realmente la
sesión aunque aún no lo supiéramos. Kevin, el que no sabía andar, llegó a
tiempo de hablar con su amigo Cloto, el que sin duda había sido hasta entonces
su mejor amigo y benefactor. Cloto era varios años mayor que Kevin y desde el
primer momento le había ayudado con su cojera. Si no llega a ser por Cloto,
Kevin nunca hubiera averiguado que no sabía andar. Era absolutamente cierto que
Kevin y Cloto aparecían como caracteres antagónicos el uno del otro. Mientras
que Kevin era mucho más introvertido y reservado, Cloto era un mago de las palabras
y de los discursos; mientras que Kevin era un gran entusiasta de las
matemáticas, la lectura, la música clásica y las demás materias virtuosas del
hombre, Cloto disfrutaba más con los placeres banales de los hombres. Aunque
también era cierto que Kevin no había podido disfrutarlos debido a su cojera.
Lo que era indudable era que la manifiesta relación de amistad entre
ambos se había ido convirtiendo progresivamente en una relación de necesidad.
En cierto modo, cada uno de ellos había escrito el destino del otro
inconscientemente. Si no fuera por Cloto, Kevin nunca hubiera tenido a alguien
que le sacara de sus problemas. Cuando Kevin se quedó paralizado en mitad de la
acera, fue Cloto quien lo acogió. Fue también Cloto el que le ofreció trabajo a
Kevin y el que le permitió vivir dignamente en su casa. Pero Kevin se lo había
recompensado con creces, ya que si no fuera por su increíble ayuda Cloto nunca
habría acabado la carrera de arquitectura y desde luego nunca hubiese entrado
en la empresa que entró, la que le permitía ganar dinero como para mantenerse a
él y a Kevin. Además los espectaculares diseños de los que Cloto presumía eran
todos obra de un Kevin que, a su vez, estaba seguro de que era mejor no obtener
prestigio público, pues no sabía andar y se burlarían de él. Desde luego se
podía decir que ambos se habían asignado mutuamente el destino. En los momentos
de máxima felicidad de Kevin, allí estaba Cloto, y los mejores momentos de
Cloto habían sido consecuencia directa de Kevin. Se podría decir que ambos eran
a la vez sentido y necesidad de la vida del otro. Necesidad porque si uno de
los dos dejara de existir, el destino del otro cambiaría para siempre.
En las sesiones posteriores empezamos a adentrarnos en las
individualidades de cada uno. Angello continuó con la exploración de los
problemas, y tras la habitual presentación de los allí presentes, empezó su
discurso:
“Volvamos ahora al tema del elefante y de su memoria. Recuerden aquel
elefante pesado y poderoso, aquel mamífero feroz capaz de arrancar árboles de
cuajo. Imagínense el enorme elefante ahora sujeto al pequeño palo que le priva
de su libertad y del que podría escapar si quisiera. ¿No le sería tan fácil
escapar de ese horrible lugar como masticar o arrancar árboles? ¿Y entonces por
qué no lo hace, nos preguntábamos hace ya dos semanas? Y respondíamos que no lo
hacía debido a la memoria, esa memoria que le hacía recordar el largo tiempo en
que estuvo intentando escapar de aquel lugar y no lo conseguía.”
“Pero hoy no vamos a hablar de la memoria, no. Hoy, amigos y amigas,
hablaremos de cómo sería posible que el elefante se diera cuenta de que puede
escapar si lo desea. De cómo sería posible que el elefante viera que es lo
suficientemente fuerte como para arrancar el palo que lo sujeta y lo priva para
vivir al fin en libertad. Pero para que esto sucediese, se tendría que cambiar
algo que pertenece a la identidad personal de cada individuo y que la memoria
se ha encargado de construir en un complejo proceso. Habría que cambiar el
carácter.”
“El carácter es el sello que nos identifica y diferencia de nuestros semejantes,
producto del aprendizaje social. El carácter se desarrolla en la infancia y
termina de desarrollarse al final de la adolescencia. El aprendizaje social es
la clave aquí, pues configura el carácter, de forma que el elefante se dio
cuenta al llegar al final de su adolescencia de que no era capaz de escapar de
ese palo y ya nunca pensó que lo haría. De hecho les puedo asegurar que nunca
se dará cuenta y nunca escapará del palo. Pero entonces, ¿es inmutable el
carácter?”
“Hay un proverbio chino que dice que es más
fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre. Pero también nos
encontramos con que según el poeta dramático Publio Siro el carácter de cada
hombre es el árbitro de su fortuna. ¿Se puede cambiar el carácter? La respuesta
es realmente ambigua. El carácter se podrá cambiar sólo si ha sido fruto de una
gran mentira, una mentira que otro está aprovechando para sacar provecho de ti
al igual que en el circo con el elefante. Si tu carácter está construido sobre
una gran mentira y tu memoria lo ha almacenado, es posible cambiarlo.”
“Digo todo esto porque en las sucesivas
charlas de las que hemos disfrutado era fácil observar que todos tenéis mucho
en común. Todos carecéis de la posibilidad de realizar actos sumamente
sencillos y además todos desde siempre recordáis haberlo podido hacer en otro
momento. También recordáis como vuestro entorno siempre os ha reconocido como
incapaces de realizar tal actividad. Yo sinceramente creo que tenéis la
capacidad de realizar esos actos que os impiden llevar una vida normal, pero no
lo hacéis al igual que el elefante al no escapar de su palo. A partir de ahora,
nos reuniremos individualmente con cada uno de vosotros para intentar que
recobréis aquello que teníais y que, probablemente, el entorno o sociedad os
quitara."
Kevin quedó asombrado del discurso de
Angello. Iba a volver a andar. Pero, ¿cómo era posible? Desde luego que no lo
sabía, pero quería intentarlo. Sin embargo, la alegría no fue compartida por
Cloto:
- ¿Pero cómo que vas a volver a andar? Eso no es posible y lo sabes. No volverás a ir a esas charlas- inquirió Cloto.
- Es verdad. ¿Cómo yo voy a andar si llevo quince años sin poder hacerlo? Me están engañando.
- Si, y además tienes que terminar el plano del edificio que te
encargué y dejarte de tonterías.
- Voy a ir a hablar con ese tal Angello y confirmarle que no volverás a ninguna de sus estúpidas charlas.
- Vale Cloto. Muchas gracias.
- Voy a ir a hablar con ese tal Angello y confirmarle que no volverás a ninguna de sus estúpidas charlas.
- Vale Cloto. Muchas gracias.
Pasaron las semanas pero Kevin no volvió a
las sesiones de trabajo. Mientras, en las susodichas, los resultados habían sido
realmente asombrosos. Arión empezaba a conseguir cantar y por su parte Eugenia
admitió que era posible que no todo en su vida fuera mala suerte al admitir que
estaba sana. También yo hice progresos realmente asombrosos. Todos recordábamos
ahora que antes ninguno de nosotros éramos así. Éramos inseguros, si. Es
posible que fuéramos tímidos, introvertidos y encerrados en nosotros mismos.
Pero sabíamos ya la causa de nuestra pérdida de esencia y trabajábamos por
recuperarla. Todos estábamos realmente orgullosos al ver que nuestras familias
se asombraban de nuestros avances.
Todos menos Angello. Estaba realmente
preocupado y al parecer era por Kevin, que llevaba más de un mes sin venir. Al
parecer, Láquesis había venido a verle tras la última sesión con Kevin y desde
entonces Kevin no había venido. Láquesis advirtió rápidamente quién era Angello
y le gritó:
- ¿Por qué engañas a Kevin? ¿No ves que no sabe andar? Si le dan
esperanzas de que volverá a andar y después no ocurre, se suicidará.
- ¿Quién eres? ¿Eres Cloto no? Creo que Kevin volverá a andar, se lo
aseguro.
- No, soy Láquesis y eso que dices es imposible.
- ¿Láquesis? Usted es Cloto, Kevin no conoce a nadie más. Le diré
una cosa, alguien está cohibiendo a Kevin a desarrollar sus potencialidades y
eso le impide andar. Kevin es perfectamente normal.
- A Kevin lo están engañando en este sitio. Kevin no volverá a venir
aquí y dejar que le hagan creer una realidad que no es. No vuelva a acercarse a
Kevin o, la próxima vez, vendrá Átropos.- Láquesis, dando un portazo, se fue.
En un primer
momento, Ángello no pensó en visitar a Kevin. Pero tras pasar más de un mes y
medio, se decidió a visitarlo: Kevin estaba perdiendo potencialidades por culpa
de su entorno y debía evitarlo. Debía hacer que pudiera andar, ése era su
trabajo. Con ese fin fue a casa de Kevin.
-
¿Quién es?- Preguntó Kevin desde el salón donde realizaba sus
trabajos.
- Soy Angello. Ábreme, volverás a andar.
- Todo eso es mentira, lo único que quieres es crearme falsas
esperanzas-Kevin estaba llorando.
- Ábreme Kevin, dame la oportunidad de ayudarte. Volverás a andar,
estoy seguro.
- Está bien. Hay una llave en la alfombrilla.
Desde luego Angello nunca se hubiese esperado una casa tan ordenada y recogida como ésa. Aunque era una decoración moderna y de evidente buen gusto, había tres elementos que destacaban especialmente: una vieja rueca que estaba en el salón y que era evidente que se seguía utilizando, una balanza que desde luego no pintaba nada y una enorme representación del mundo. Era curioso porque el resto de la decoración parecía haber sido elegida por Kevin, pero no se llegaba a disfrutar de ésta debido a estos tres elementos. Desde luego que era curioso, sí.
-
Kevin, antes de nada, explícame quién es Láquesis.
-
¿Láquesis? Es la hermana de Cloto.
-
Vino a decirme que no te viera más. ¿Por qué no vino Cloto?
- Siempre funciona así. Cloto es el convincente y dirige pero Láquesis
es inflexible.
- Bueno Kevin, estoy aquí para que veas que puedes andar. En las
sesiones de trabajo hemos conseguido grandes progresos y contigo no va a ser
menos. A partir de ahora nos veremos dos veces a la semana si te parece bien.
En ese momento interrumpió Kevin.
-
Sería mejor que Cloto no se enterara.
-
De acuerdo- a lo que siguió con un gesto afirmativo- me voy, pero
vendré el lunes.
Al lunes siguiente Angello recogió en su casa
a Kevin. Las sesiones se convirtieron en la esperanza de un Kevin que estaba
realmente esperanzado ante la perspectiva de poder andar. Aproximadamente a los
dos meses de haber continuado con las sesiones, llegó el gran día. El día en
que Angello, orgulloso, le dijo a Kevin que volvería a andar.
- ¿De verdad? Llevo meses esperando este día.
- Antes de nada, necesito que me cuentes qué pasó el día en que
dejaste de andar- Kevin se puso realmente nervioso. Tras tragar saliva, empezó:
- Fue hace tanto tiempo… Tenía 17 años, unas grandes notas, una
novia de la que estaba enamorado y era capitán del equipo de fútbol.- En ese
instante Angello interrumpió.
-
Es decir…que no eras introvertido ni inseguro de ti mismo. Eso lo
cambia todo- reflexionó.
- No, desde luego que no lo era. Cloto era ya por entonces mi mejor
amigo con sus 20 años. Un día, tras un partido, me dijo que había observado
algo extraño en mi forma de andar. Menos mal que me lo dijo, pues yo no me
había dado cuenta y en un primer momento no le hice caso. Continuó diciéndome
que observaba una extraña cojera en mi forma de andar pero yo no le tomaba en
serio. Hasta que un día, mientras estaba en su casa, me dijo simple y
llanamente que no sabía andar y que no podía desplazarme. ¡Era una locura! En
ningún momento le creí pero ya en ese momento empecé a andar raro aunque en realidad
antes también lo hacía ¿no? Bueno pues empecé a reflexionar sobre mí forma de
andar y realmente pensaba que no andaba tan raro, que simplemente era una
simple cojera. Claro, que todo esto cambio tras lo que ocurrió tras acabar la
selectividad.
-
¿Qué ocurrió, Kevin? ¿Qué ocurrió?
- Estaba andando y de repente, me quedé paralizado, no podía andar.
La gente pasaba y pasaba por la calle y yo los veía con impotencia porque
realmente no podía andar. ¡No podía estar pasando! Recuerdo un estado de
angustia que nunca había sentido y realmente no entendía nada. Estaba inmóvil y
no podía hacer nada. Entonces apareció Cloto.
- ¿Cloto?
- Sí, él me salvó. Me llevó a mi casa y me explicó que siempre había
andado mal y que él se lo había estado advirtiendo.- explicó Kevin mientras que
Angello pensaba “realmente cambió su carácter”- entonces yo le hice prometer
que no le diría a nadie que yo no sabía andar. Desde ese momento vivo con
Cloto.
- Bueno Kevin, tenemos aquí un caso distinto al de todos los demás.
Hoy volverás a andar y el próximo día hablaremos de lo que ha supuesto Cloto en
tu vida. Quiero que pienses en cómo era andar. ¡Recuérdalo! ¡Visualízalo!
- Sí, recuerdo muy bien como era. ¿Cómo lo voy a olvidar? Sueño con
que ando cada día.
-
Muy bien, Kevin. Recordemos ahora lo que te conté del elefante.
¿Qué le ocurría al elefante?
-
Pues que podría haber escapado si hubiese sabido la fuerza que
poseía.
-
Exactamente. Tenía potencialidades por desarrollarse pero la
fuerza de la memoria asociada al hábito-costumbre de no ser capaz de escapar le
confirieron un carácter determinado que le hacía incapaz de escapar- Angello
estaba pletórico- A ti, Kevin, te ocurre lo mismo. Cierra los ojos y levántate.
Kevin se levantó y cerró los ojos. Estaban
aquel día en un hermoso campo con mucho espacio libre.
- Ahora, Kevin, piensa en cómo andabas. ¡Piensa en tus piernas, con
las que jugabas al fútbol! Piensa que tienes aún 16 años y que vas a por el
balón. Piensa en eso Kevin, ¿estás pensando en eso?, pues ahora, sin abrir los
ojos, vas a pensar que vas a por el balón. ¡Es el último minuto! ¡Tienes que ir
y meter gol Kevin! ¡Corre! ¡Vamos!
De forma increíble, Kevin corrió a por el
balón que se proyectaba en su mente.
-
¡ABRE LOS OJOS KEVIN! ¡ESTAS ANDANDO! ¡ESTÁS CORRIENDO!
Kevín abrió los ojos: no se podía creer lo
que estaba pasando. ¡Estaba andando! En ese momento dudó y cayó. Se levantó
raudo. ¡Había estado andando! Volvió a cerrar los ojos y continuó yendo a por
el balón, los volvió a abrir y ¡era cierto! ¡Estaba andando!
-
¡Gracias Angello, gracias!
-
¡Ve con Cloto! Sería interesante ver qué dice- pero Kevin estaba
eufórico y no escuchó lo que decía su mentor. Así que cuando dijo que iba a ver
a Cloto pensó que había sido idea suya.
Si andar ya era para Kevin una subida de
adrenalina, correr suponía una experiencia absolutamente excitante y absorbente
al mismo tiempo. No tardó más de treinta minutos en llegar a su casa los que
sin duda fueron los más felices de toda su vida. Cada zancada era una calada de
felicidad. A las ocho llegó a casa donde evidentemente esperaba Cloto que creía
que Kevin dedicaba los lunes al gimnasio.
- Kevin, ¿has subido gateando? Te he dicho mil veces que no hagas
eso.
-
Cloto, no te lo vas a creer ¡Puedo andar! ¡mira!- Kevin dio un par
de vueltas alrededor de Cloto, mientras este le miraba contrariado.
Cloto habló con un tono de voz comprensivo y
paternalista.
-
Eso no es verdad, Kevin. Y lo sabes. Deja de hacer el tonto. Ambos
sabemos que no sabes andar. ¿Has vuelto a quedar con Angello verdad?
-
Pero…Cloto… ¿no me estás viendo? ¡Estoy andando!
- ¡NO! ¡No te voy a permitir que te vuelvas a engañar! ¡Estás
haciendo el ridículo y no te das cuenta! ¡Estas gateando, no andando! ¿A quién
vas a creer a Angello o a mí? Yo he escrito tu destino Kevin. Si no fuera por
mí, estarías muerto. Yo decido todo acerca de ti, siempre ha sido así. ¡No
sabes andar Kevin! ¡No sabes! ¡Eres mío Kevin!
Por un fugaz momento Kevin se sintió como el
elefante cohibido de libertad. Sus palabras fueron claras.
-
Me voy Cloto, me voy. Creo que es el momento de irme.
-
¿Cómo que te vas? ¡Si no sabes ni andar!
Cloto se abalanzó sobre Kevin. Éste, con un
ágil movimiento, consiguió escapar del primer envite del atacante. Acto seguido
corrió escaleras abajo. El elefante había alcanzado la libertad, se había
revelado. Era libre, al fin. Cloto no le persiguió por las escaleras; prefirió
llamar a Átropos.
Las
moiras en el mundo griego eran personificaciones del destino. Son equivalentes
a las parcas y a las normas. Etimológicamente significa “parte” o “porción” que,
por extensión, es la porción de vida o destino de uno. Controlaban el
metafórico hilo de la vida de cada mortal desde el nacimiento hasta la muerte.
Son tres: Cloto, la hilandera, elige que va a ser del destino de la persona;
por su parte, Láquesis, la inflexible e ineludible, dirige el curso de la vida
de la persona; en último lugar Átropos, provista de unas tijeras, corta, de
improviso el hilo fatal, poniendo fin a la existencia. Era la muerte.
Kevin continuaba andando dirección a la
academia. Era la primera vez en 20 años que desautorizaba en alguna ocasión a
Cloto, pero no se sentía culpable. Se sentía feliz. Pronto llegaría a la
academia y, al fin, sería libre. De repente, sonó el móvil, era Cloto. Aun así,
decidió contestar:
- Kevin escúchame. Recuerdas aquella vez que te dije que no sabías
andar y tú no me hiciste caso. ¿Recuerdas lo que pasó? Bien pues ahora mismo no
puedes andar y ambos lo sabemos. ¡Estás gateando Kevin! ¡Estás haciendo el
ridículo! ¡Mírate por Dios! - y colgó.
Kevin se miró, era verdad… ¡no podía andar!
Se quedó paralizado. ¡Otra vez! El efecto que había tenido sobre él las
palabras de Cloto había sido espectacular. A duras penas y utilizando las manos
como apoyo y ante la mirada atónita de los nauseantes, consiguió llegar a un
estrecho y oscuro callejón, desde donde llamó a Cloto.
- Cloto, lo siento, era cierto. No puedo andar. Ven a recogerme por
favor.
- Lo siento Kevin, ya he llamado a Ácrotos. Ella es inflexible. El
destino ya ha decidido. Si de mí dependiera, todo cambiaría. Adiós, Kevin.-
colgó.
¿Ácrotos? ¿Quién demonios era Acrótos?
Aunque
se las suele considerar como hijas de Zeus y Temis, lo más probable es que sean
hijas de la Noche, deidad primigenia que concibe por sí sola. Esto es así
porque, si bien se acepta que los dioses puedan interceder ante ellas para
salvar la vida de algún mortal, ni tan siquiera Zeus, su pretendido padre, tiene
facultad para darles órdenes.
De
este modo, las Moiras se erigieron en deidades terribles, temidas y respetadas,
ya que su dictamen acompaña a todos los seres desde el mismo momento de su
nacimiento.
Se hizo de noche. Kevin había llamado a
Angello, y se suponía que llegaría en breve. De repente, en la oscuridad de la
noche, se hizo visible una figura. Pero no era Angello, no. Era una mujer. De
hecho, era una anciana. La melancolía y la parsimonia de sus movimientos
tranquilizaron a Kevin. La anciana se acercó. Tenía sujetada de la mano derecha
unas tijeras. Unas enormes tijeras de metal.
El elefante sintió miedo. Acababa de
conseguir su libertad cuando empezaron a perseguirlo. Por mucho que corriera, más rápido iban sus
captores. Aquella anciana seguía acercándose lentamente hasta que, con voz
resquebrajosa y absolutamente chirriante, preguntó:
- ¿De verdad, Kevin, pensabas que escaparías del destino?
-
¿Eres Ácrotos? No me hagas daño por favor.
-
El destino es ineludible, Kevin.
La Moira clavó sobre el elefante la tijera.
La sangre manaba a borbotones y la anciana, sin dejar la melancolía pero con
una terrible ira, cortaba cada uno de los hilos que comunican los distintos
compartimentos del cuerpo del elefante. Fueron 30 cortes absolutamente precisos
y perfectos que dejaron a Kevin absolutamente desmembrado. Lo más aterrador de
la escena no era la sangre que salía del cuerpo sin vida de lo que fue Kevin,
no; lo más aterrador era sin duda la tranquilidad con la que la anciana hizo
eso.
NOTAS DEL AUTOR:
Evidentemente, los nombres de Cloto, Láquesis
y Ácrotos son pseudónimos y no corresponden a los nombres reales de los mismos.
Tampoco son reales los nombres de Aristón, Eugenia y Angello. Todos son
simbólicos y representan los caracteres que habían ido adquiriendo cada uno de
ellos y que no variarán.
Los tres hermanos Cloto, Láquesis y Ácrotos, fueron
pensando a lo largo de la vida que podían dirigir el destino de las personas.
Esto hizo que Cloto manipulase a Kevin pensando que no podía andar. Respecto a
lo de los actos aparentemente sencillos que no eran capaces de hacer los
presentes en las charlas de iniciación, todos eran por un entorno opresivo que
les impidió desarrollar sus potencialidades. Pero mientras que en el caso de
Kevin esto había sido absolutamente deliberado por Cloto, Láquesis y Ácrotos,
en los demás había sido inconscientemente al haber determinadas actividades que
si no se aprenden en un determinado momento cuestan mucho de aprender.
Todos los símbolos que aparecen referentes a
las moiras son debido a que los tres hermanos se creían realmente moiras y
actuaban como tales con Kevin.
Para terminar, quiero decir que las sesiones
de trabajo nos han sido a todos de gran ayuda. Aristón, el que no sabía cantar,
es músico profesional; Eugenia, la que tenía muy mala suerte, ganó
recientemente la lotería y respecto a mí, qué decir, si antes de empezar las
sesiones con Angello, no sabía leer ni escribir.
Arturo Pérez
Reverte 28/08/1992
No hay comentarios:
Publicar un comentario