No deberíamos
dejar que se desvirtúe el flamenco ni que se use inapropiadamente. El flamenco
es la expresión del oprimido y perseguido pueblo gitano. Como dice el sociólogo
José Heredia en una entrevista a El País, les estamos arrebatando sus símbolos culturales cuando los
utilizamos sin conocer su historia y su significación profunda. La cantante
gitana María José Llergo lo resume perfectamente: “El flamenco es la expresión
de mi pueblo. La expresión, en música, de las vivencias y de las luchas contra
la opresión de mi pueblo”. El flamenco es la respuesta artística del pueblo
gitano a siglos de persecuciones, y no se puede entender ni amar el flamenco sin
entender esta historia. Por eso, escuchar el flamenquito producido por una
blanca y una compañía capitalista es un ataque a la cultura de los gitanos, y
las quejas de las asociaciones de gitanos están justificadas. Como dice la filóloga
de la Universidad de Alcalá Araceli Cañadas, en el fondo se trata de una cuestión
de racismo, ya que se olvida la aportación de los gitanos a la cultura
universal y su historia de exclusión. En referencia a Rosalía, José Heredia llega
a decir que “al igual que ella utiliza nuestros símbolos identitarios, yo
critico que lo haga, su falta de sensibilidad con la historia y su falta de
empatía”. Por eso, los demócratas deberíamos boicotear los intentos de
arrebatar el flamenco de las manos de los gitanos.
Tampoco
deberíamos tomar sushi ni dejar que se coma inapropiadamente. El sushi es la
expresión del oprimido pueblo japonés, que luchó a lo largo de la historia para
poder sobrevivir a las continuas invasiones de pueblos colonizadores. Como dice
el sociólogo Akiyama Kurosawa, “el acto de poner arroz al pescado crudo es la
expresión del oprimido pueblo japonés. El salmón crudo en el paladar y la soja
unida con el arroz son la quintaesencia del ser japonés”. El sushi es la
respuesta culinaria a cientos de años de persecuciones y oprobios. Por eso, ordenar
una caja de un sitio madrileño por Deliveroo es un ataque directo a una cultura
milenaria, y nunca se captarán los matices de un nigiri sin conocer esta historia
de sufrimiento. Como dice el filólogo japonés de la Universidad de Tokio Akihiro
Mizoguchi, en el fondo es una cuestión de racismo, ya que se olvida que el sushi
era sinónimo de sufrimiento e identidad japonesa. En referencia a Kabuki, el
sociólogo Akiyama Ozu llega a decir que “al igual que ese restaurante regentado
por españoles usa nuestra cultura para enriquecerse, yo critico que lo haga, su
falta de sensibilidad con la historia y su falta de empatía”. Por eso, los
demócratas debemos boicotear los sitios de sushi y sus intentos de que el atún gaditano
se consuma en la península ibérica en vez de en la nipona. Cada sashimi producido
en España es un ataque a los japoneses y un atentado contra los gitanos, que se
ven en dificultades para seguir con sus dietas milenarias por la irrupción del
pescado crudo.
Tampoco deberíamos
escribir ni dejar que se escriba inapropiadamente. La escritura es un acto de
expresión del históricamente oprimido pueblo de Mesopotamia, que luchó para
sobrevivir de innumerables invasiones y persecuciones. Como dijo el Rey
Hammurabi, “al igual que mi pueblo no se deleita con el sushi ni baila flamenco,
la escritura es un acto de expresión innato del pueblo de Mesopotamia y nadie
que no nos comprenda debería utilizarla”. La escritura es una respuesta
desesperada a cientos de años de persecución y una llamada a la unión del
pueblo de Mesopotamia. Por eso, utilizarla para escribir una canción flamenca o
pedir sushi por Deliveroo son ataques directos al pueblo de Mesopotamia, y
nunca se entenderá verdaderamente ningún escrito sin comprender el sufrimiento
de este pueblo. Como dice el filólogo de Mesopotamia asentado en la Universidad
de Chicago Naram-Sin, en el fondo es una cuestión de racismo y colonialismo, ya
que todas las culturas florecen a partir de un arte que es sinónimo de
sufrimiento y opresión. En referencia a Cervantes, Nabucondonsor II dice que “al
igual que este escritor castellano usa nuestra forma de expresión para
enriquecerse, yo critico que lo haga, su falta de sensibilidad con la historia
y su falta de empatía”. Por eso, los demócratas debemos boicotear la escritura
y los intentos de expresarnos por escrito. Cada escrito publicado en Europa es
un ataque al pueblo de Mesopotamia y un atentado contra los gitanos, los españoles y los
japoneses, que se ven obligados a expresarse de una manera que no es la suya.
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