Hace
unos días, una manifestación de unas 150.000 personas en Barcelona reclamaba
que se aumentara la implicación para acoger refugiados. El único partido
político importante en Cataluña que no expresó su apoyo fue el PPC. Desde
Ciudadanos se ha criticado, con cierta razón, la instrumentalización de la
manifestación por parte del independentismo, y en la prensa española se han
visto artículos de toda índole. En El Español, Cristian Campos criticaba
la empatía emocional, y la calificaba correctamente como una de las peores
guías posibles para las políticas públicas. Del mismo modo, hacía una consabida
crítica al barcelonés “solidario de postal”, al que acusaba de girar “la vista
ante el matrimonio forzoso con menores y el hiyab del refugiado y, a cambio,
recibe de este apoyo para sus propios odios y racismos”. Para Cristian Campos,
la asistencia a la manifestación sería una mera forma de distanciarse
moralmente de los que no participaron en ella. Cristian Campos se autoatribuye
la “compasión que surge del análisis distanciado, el autocontrol y un sentido
profundo de la justicia”, que parece contraponer con la actitud de todos
aquellos que se manifestaron en Barcelona.
Desde
mi punto de vista, el artículo tiene el mismo problema que muchos de los
autodenominados liberales en la prensa y la política española. Estos liberales
denuncian constantemente en los periódicos y revistas nacionales la situación
catalana, el populismo de izquierdas y, en general, determinado pensamiento
progresista que consideran en el mejor de los casos buenista e ingenuo. Algunos
de ellos son admirables, y han configurado buena parte de mi forma de pensar.
Han alertado, entre otras mil cosas, sobre la hipocresía del Ayuntamiento de
Madrid al poner con coste de oportunidad cero un cartel de Refugees Wellcome,
la ramplonería de determinado feminismo y la demagogia del derecho a decidir.
Sin embargo, en este asunto de los refugiados, la mayoría parece que no quiere
apuntar al más directo responsable sobre la lamentable política llevada a cabo
por España: el Gobierno del Partido Popular. Cristian Campos hace un artículo
criticando la hipocresía del catalán pijoprogre independentista, y lo viste de
políticamente incorrecto al decir aparentemente cosas que no se pueden decir en
Cataluña. Cristian Campos señala al dedo, pero no debemos dejar de ver la luna:
esos refugiados que, cuando hayamos seguido criticando lo que dicen unos y
otros, seguirán ahí. Mi pregunta va dirigida a todos esos liberales que creen,
como Cristian Campos, dirigirse por el sentido profundo de la justicia. ¿Dónde
está el artículo viral sobre los refugiados que no critica a la izquierda sino
al responsable del asunto?
Se
puede tener razón por motivos equivocados. Que buena parte de la gente que
acudió a la manifestación en Barcelona pudiera hacerlo por motivos discutibles
no quita que la manifestación tuviera una buena razón de ser. En Alemania, como
nos mostró Manuel Arias Maldonado en Revista de Libros, ha habido un
debate real en las páginas de Die Zeit. Iniciativas
público-privadas han hecho que en Alemania, pese a todos los peros que se
puedan poner, haya habido una respuesta responsable a una crisis gravísima. En
España no hemos debatido sobre este asunto en profundidad. Sin embargo, sobre
Cataluña se ha escrito en el mismo tiempo todo lo posible. Es cierto que el
proceso secesionista, como ha escrito Arcadi Espada, “ha dividido a la sociedad
catalana y ha agudizado tensiones ya existentes. La convivencia ha empeorado.
Esto es tan cierto como que ninguno de esos incidentes ha sido grave ni ha
puesto en peligro la vida de nadie”. Pero el tema de los refugiados afecta a la
vida de personas inocentes que no han tenido responsabilidad alguna en el drama
que les ha tocado. Y que sea la izquierda la única que reclame sin matices una
política de refugiados deja en evidencia a todo el espectro político
español.
En
una cena hace unos meses, John Muller, director adjunto de El Español y
paradigma de periodista liberal, hizo un alegato a favor de los refugiados.
Dijo que había que aceptar a todos los sirios posibles, que eran gente
emprendedora y que necesitaban una oportunidad en nuestro país. En ese momento,
Federico Steinberg, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e
Investigador en el Instituto Elcano, le preguntó el motivo por el que no lo
decía en público más a menudo. Una voz como la suya, qué duda cabe, podría ser
escuchada por sectores que presionaran al Partido Popular para llevar a cabo
otra política. Porque está claro que el Partido Popular no sigue las
recomendaciones de prensa genuinamente liberal como The Economist, que
pidió una política europea coordinada para recibir a refugiados, ambiciosos
planes para que los refugiados pudieran adaptarse a los países de origen y el
aumento de la ayuda a los sirios.
Cuando
el impresentable Jorge Fernández Díaz, siendo Ministro de Interior, dijo que
los críticos de las devoluciones en caliente debían acoger a los inmigrantes y
“que si no, que se callen”, estaba mostrando a las claras la política en estos
asuntos que iba a llevar el Partido Popular. La falta de compromiso del
Gobierno no es comparable a la posible hipocresía de los ciudadanos en estos
asuntos: a los partidos políticos se les elige precisamente para que gestionen
temas espinosos como éste. El sentido profundo de la justicia no ha llevado a
nuestros liberales a pedir explicaciones indignadas acerca de este tremendo
asunto. Las políticas públicas están, precisamente, para gestionar este tipo de
situaciones. Se deberían haber tomado una serie de medidas conjuntas entre el
Gobierno, las ONGs y la sociedad civil para facilitar entre todos la asistencia
a la mayor parte de refugiados posible. El Partido Popular tendría que haber
explicado que gestionar una entrada masiva es complicado con la situación de
paro del país, pero que debíamos hacer un esfuerzo de acogida por unos motivos
tan obvios que cuesta tener que exponerlos. Que este esfuerzo crearía
seguramente ganadores y perdedores, y que estábamos ante una responsabilidad colectiva
que el Gobierno del Partido Popular iba a asumir conjuntamente con determinados
sectores de la sociedad. Por supuesto, era un reto difícil, pero teníamos guías
a nuestro alcance: Alemania y Suecia, sin ir más lejos. Sin embargo, el Partido
Popular ha llevado a cabo una política hipócrita, irresponsable y desmedida,
mezclando apariciones públicas quejumbrosas con la imposición de dificultades
constantes a la entrada efectiva de refugiados en España, como si los españoles
viviéramos en nuestras fronteras un drama equiparable al de las personas a las
que podríamos ayudar. Que España recibiera unos 900 refugiados en 2016 de los
17.337 que prometió a Bruselas es simplemente intolerable. Que los refugiados
no quieran venir a nuestro país, como denuncian múltiples organizaciones, por
las extremas dificultades que encuentran es lamentable. Pero, en otro orden de
cosas, que dejemos que la policía marroquí se encargue de hacer el trabajo
sucio en la frontera de Melilla sin exigir ninguna responsabilidad y que desde
el Ministerio de Asuntos Exteriores se busquen argumentos para denegar visados incluso
a ucranianos perseguidos por su condición sexual es algo propio de esos países
a los que con razón no queremos parecernos. Que el Presidente Mariano Rajoy
haya escrito recientemente una tribuna en El País alabando “nuestra
capacidad para acoger e integrar a personas que sufren por su defensa de los
derechos” es ya directamente una comedia. ¿Por qué El País no ha hecho
un editorial crítico con el Presidente en respuesta al artículo, como hizo
cuando publicó la respuesta de Mas a Felipe González titulada “A los
españoles”?
El
lugar en el que queda Rajoy en comparación con Merkel ante estos asuntos no es
algo que debamos olvidar a la hora de votar. Ni tampoco a la hora de entender
qué preocupante lugar ocupa España en la Unión Europea. Por otra parte, que ni
Ciudadanos ni el PSOE exigieran un cambio radical en estas políticas como
condición de gobierno del Partido Popular es algo legítimamente reprochable.
Con todos estos ingredientes, podría haber aparecido un incómodo y
verdaderamente políticamente incorrecto artículo viral de un liberal español.
Usando ese mismo tono con el que se ataca a los progres y a los solidarios de
postal pero con los conservadores que no creen en sociedades cosmopolitas, la
responsabilidad del individuo y “esa compasión que surge del análisis
distanciado, el autocontrol y un sentido profundo de la justicia”. No vaya a
ser que esa disonancia cognitiva de la que tanto nos gusta hablar solo afecte a
los que no piensen como nosotros. Aquellos columnistas patrios que presumen de
decir verdades incómodas cuando afectan al progresismo olvidan una cosa
fundamental: uno solo es verdaderamente políticamente incorrecto cuando escribe
contra los suyos planteándose sus verdades absolutas.
En
una reciente encuesta del Chatham House, un 41% de los españoles desea que se
detenga el flujo de inmigración procedente de países musulmanes. Solo un 32% de
los españoles desean lo contrario. Yo apuesto a que sé dónde se encuentran la
inmensa mayoría de autodenominados liberales antinacionalistas españoles.
Muy interesante.
ResponderEliminarPero no tengo claro que el enfoque sea lanzar el tema contra el PP o contra los liberales. Igual que no creo que sea conveniente asociar el tratamiento del los refugiados a una manifestación sospechosa de tener intereses frentistas de fondo.
A mi modo de ver, la manera buscar la deseable "compasión que surge del análisis distanciado, el autocontrol y un sentido profundo de la justicia" no es a través de un análisis frentista.
No pretendo tener la receta sobre cómo se puede conseguir, pero sí tengo bastante claro qué camino no me parece correcto:
Emociologías, un enfoque cognitivo de la vida política en democracia
http://pajobvios.blogspot.fr/2016/12/emociologias-el-libro.html
Un saludo, un placer leerle,