Estuve en San
Sebastián del 26 al 27 de agosto, con el objetivo de hacer una serie de
entrevistas. El día 26 hablé con Ignacio Muñagorri, un antiguo estudiante
antifranquista que había tenido mucho trato con Enrique Ruano, Javier Sauquillo
y Dolores González Ruiz. Me contó que los dos primeros conocían de primera mano
a José Ramón Recalde, y que iban mucho por San Sebastián y Zarauz todos los
veranos. Guipúzcoa es una de las provincias más importantes del antifranquismo,
y es la provincia de origen de una buena parte de mis entrevistados: Ramón
Larraya, Román Oria, Fernando Savater, Loli Salvatierra y algunos más. Ignacio
Muñagorri me contó muchas de sus aventuras en Madrid y en San Sebastián. En una
asamblea en la universidad en los años sesenta, se lanzó junto a varios
militantes anarquistas a por un policía que se había infiltrado. Esa misma noche
fue detenido, y llevado a la siniestra Dirección General de Seguridad en la
Puerta del Sol madrileña. Lo pusieron junto al policía que había perseguido, y
luego empezó a ser golpeado. A pesar de ser torturado, siguió en la lucha
antifranquista sin asociarse con los grupos que apoyaban la acción armada. En
el verano del 68, influenciado por el mayo francés y con un voluntarismo típico
de las izquierdas, fantaseaba con nacionalizar los pisos de la Playa de la Concha
y trató de boicotear, lanzando banderas de Vietnam y de la República Española,
el Festival de Cine de San Sebastián.
Como es sabido, en
el País Vasco la lucha antifranquista fue más complicada que en cualquier otro
lugar de España. ETA era una realidad ya a finales de los cincuenta, pero no
comenzó a matar hasta finales de los sesenta. El día 27 de agosto hablé con un antiguo
miembro de la banda terrorista, que se desvinculó de la misma antes de la
fatídica V Asamblea que llevó al paroxismo la mezcla de ideología nacionalista
vasca con el marxismo-leninismo-maoísmo. Me contó muchas cosas
interesantísimas, que en parte ya sabía porque había visto varios sumarios
policiales en que aparecía. Tuvo una relación decisiva con Enrique Ruano en los
días antes de su muerte, que quizás pueda iluminar una serie de aspectos no
sabidos sobre el caso. También hablamos de José Ramón Recalde, que les había
puesto en contacto con Enrique y Dolores. Me dijo lo mucho que había luchado
tanto contra el franquismo como contra ETA después, y seguí sintiendo una
profunda admiración por la izquierda no nacionalista del País Vasco.
Tras hacer las
entrevistas, tenía previsto visitar la librería Lagun, que fue fundada por
María Teresa y José Ramón en el simbólico año 1968. Quería pasarme a ver a
María Teresa Castells, y quizás hablarle brevemente del proyecto que tengo
entre manos. También quería hacerme con todos los libros que pudiera sobre la
Transición española y el movimiento estudiantil de los años sesenta, pero
finalmente no tuve tiempo y me tuve que ir a un curso a Santander. La librería
Lagun ha sobrevivido a los ataques del exacerbado nacionalismo español del
franquismo y del igualmente encolerizado nacionalismo vasco radical. Desafortunadamente
no visité la librería, y ya no tendré jamás la oportunidad de conocer a Maria
Teresa.
Cuando volví a
Madrid dos semanas después, tenía una entrevista con Alfredo Pérez Rubalcaba
sobre el mismo tema. En mitad de la entrevista, me dijo que le acababan de
comunicar que María Teresa Castells, la antigua esposa del fallecido José Ramón
Recalde, acababa de morir ese mismo día tras atragantarse en una comida. Después
me habló un poco de la influencia que tuvo el caso de Enrique Ruano sobre él, y
de cómo involucró cuando era Ministro de Interior al que fuera el abogado de la
familia, José Manuel Gómez Benítez, en las negociaciones que emprendieron para
el final de la banda terrorista. Otra vez se conjuntaban ETA, el antifranquismo
y varias de las personas que más me interesan en la misma sentencia. Hoy mismo
Jorge Martínez Reverte, que ha escrito un libro justo sobre la matanza de
Atocha del 1977 en la que murió Javier Sauquillo y fue herida en un disparo en
la boca Dolores González Ruiz, ha escrito una columna en honor de María Teresa
y su lucha contra el franquismo y ETA.
La historia de
la pareja formada por José Ramón Recalde y María Teresa es asombrosa. José
Ramón Recalde fue uno de los primeros dirigentes del Frente de Liberación
Popular, una organización a la izquierda del PCE que amalgamaba diferentes
corrientes de pensamiento radical. Los dos fueron detenidos conjuntamente tras
asistir a una obra de teatro. José Ramón fue brutalmente torturado y sometido a
un Consejo de Guerra. Curiosamente, uno de sus torturadores fue el sádico
comisario de policía Melitón Manzanas, que posteriormente se convertiría en la
víctima del primer asesinato premeditado de ETA en 1968. José Ramón Recalde, en
aquella época, se posicionaba de la siguiente manera respecto a ETA:
“La dictadura
nos comprometía con los violentos en los momentos en los que estos se
convertían en víctimas de la represión. Podíamos no aprobar el asesinato del
guardia civil Pardines, en 1968; sin embargo teníamos que movilizarnos contra
la sentencia a muerte de (Iñaki) Sarasqueta, uno de los autores del crimen”.
El asesinato de
Melitón Manzanas supuso el comienzo de un estado de excepción en Guipúzcoa que
hizo que muchos antifranquistas tuvieran que abandonar las principales
ciudades. Según el historiador Xavier Casals, en 1969 “hubo 1953 detenidos, de
los cuales 890 fueron maltratados, 510 torturados, 93 juzgados por el TOP y 53
en Consejos de Guerra”. Este estado de excepción hizo que mi segundo
entrevistado fuera a Madrid a refugiarse, concretamente a la casa primero de la
hermana de Fraga y después a un piso de la familia de Enrique Ruano. En esta
historia todo está conectado.
El siguiente
punto importante a señalar es la ideología de José Ramón Recalde, que tuvo una
influencia tremenda en la izquierda universitaria de finales de los sesenta. En
su libro Integración y lucha de clases en
el neocapitalismo, uno de esos libros míticos de la izquierda española que seguía
la estela del 68 francés, directamente abogaba por una revolución socialista
siguiendo un enfoque leninista. Este libro tuvo mucha influencia entre los
jóvenes del FLP que veían su sueño revolucionario concretado en el Mayo del 68,
y que se veían imaginativamente como parte de un sueño internacionalista
proletario. José Ramón Recalde y su mujer no eran precisamente socialdemócratas
ni pactistas con las supuestamente “fuerzas opresoras del estado”, pero eso no
les bastó para no ser víctimas pocos años después de la barbarie etarra.
Unos años más
tarde, con Franco ya muerto, José Ramón Recalde y María Teresa Castells
tuvieron que hacer frente a la violencia etarra. Ya mucho más moderados
ideológicamente y vinculados al PSOE, se normalizaron a medida que el país lo
iba haciendo. Desgraciadamente, lo mismo no ocurrió con ETA y su entorno, que
aumentó unas cotas de radicalización difícilmente explicables racionalmente. ETA
asesinó desde la muerte de Franco a 829 personas, y se alejó de cualquier
posible convivencia con cualquier organización que no defendiera un
nacionalismo vasco radical. Además, el clima nacionalista imperante en el País
Vasco impedía que la vida pudiera desarrollarse con plena normalidad, como pone
de manifiesto la exitosa novela de Fernando Aramburu Patria.
En enero del
1977, tuvieron lugar los asesinatos de Atocha por simpatizantes de la
ultraderecha franquista. En el homenaje que Ignacio Muñagorri organizó en la
Universidad del País Vasco, un tipo se levantó y preguntó que por qué se hacía
un acto “si sólo habían muerto unos españoles”. Mientras tanto, Lagún, la
librería que habían abierto en la Parte Vieja de San Sebastián, era una
continua fuente de ataques. Estos ataques se mantuvieron durante toda la década
de los ochenta, mientras España entraba en una democracia normal homologable
con las otras europeas. Aparecían pintadas de ETA y llamamientos a que se
quemara el local y se acabara con el Partido Socialista. Según el diario El País, “sólo en 1996 sufrió más de una
veintena de sabotajes, entre pintadas, rotura de cristaleras o lanzamiento de
cócteles molotov”. José Ramón Recalde fue en todo ese tiempo consejero del
Gobierno Vasco, diputado del Parlamento Vasco por el PSE-EE (PSOE), profesor de
universidad y un destacado jurista, pero para los etarras era un peligro al que
había que eliminar.
El 14 de
septiembre del año 2000, según su propia narración, “un agujero negro, bordeado
por una circunferencia de acero, el orificio de salida del cañón de una
pistola, fue lo primero que vi al salir del coche. Luego sonó el disparo y
sentí el impacto en la cabeza. Me volví y me dejé caer en el coche, sobre María
Teresa. -¿Qué ha sido?- preguntó ella. –Un
tiro- contesté”. Un tiro en la boca, como el que le habían dado a Dolores
González Ruiz en Atocha, fue la manera en que ETA intentó acabar para siempre
con él. Sobrevivió unos años más, y el suceso le motivó a escribir sus memorias,
que fueron galardonadas en 2004 con el Premio Comillas. Después del atentado,
María Teresa Castells tuvo que trasladar la librería a una zona menos céntrica
y más tranquila de San Sebastián, pero siguió valientemente con su labor. Jorge
Martínez Reverte ha escrito que “todos querían quemar la librería con María
Teresa dentro". Según el juez y amigo de la familia Joan Cremades, el expresidente
de la Audiencia de San Sebastián, la librería Lagun ha sido la más atacada de
Europa. De los amigos que tenían Recalde y él, muchos han sido asesinados por
ETA: Juan María Jaúregui, Fernando Múgica, Enrique Nieto, Alfonso Morcillo y el
exjugador de la Real Sociedad José Antonio (tigre) Santamaría.
Me arrepiento de
no haber podido decirle personalmente a María Teresa Castells toda la
admiración que me merece. En estos tiempos en que la izquierda muchas veces no
se atreve a posicionarse claramente contra el nacionalismo, bien vale acordarse
de estos ejemplos morales.
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